Qué puñetero contrasentido. Días, donde sólo se habla de quienes se quieren independizar y sembrar más fronteras, frente a las oleadas de personas, asediadas por la guerra, la persecución o las carencias extremas, las cuales, necesitan tan sólo para respirar, traspasar las líneas divisorias. Me harán un corte de manga, quienes hacen de la bandera su estandarte de patriotismo o la lucen con orgullo desorbitado en su escudo camisero. Lo siento. No estoy para ensimismamientos nacionalistas y ni mucho para discursos donde se propugna que ya somos suficientes, que aquí no hay lugar ni espacio para nadie más. Me preocupan los seres humanos que piden a gritos, un refugio, para dejar de escuchar el fuego de metralla, los bombardeos, las amenazas, los juicios irracionales…Para nada capta mi atención, ni reconocimiento, los/as que se pelean en los balcones de los edificios públicos para lucir símbolos que ni mucho menos son excluyentes. A mí, lo que me da miedo, es que ya nos son titulares las filas interminables de personas inocentes. Es el mismo procedimiento fatídico, para cada conflicto mundial. Son pero ya no están. Imagina…eres pero ya no estás. De un instante a otro, se pasa de noticia internacional al vacío más absoluto. Todo un pueblo desdibujado. Un país exterminado, condenado....cuya infancia difícilmente podrá obviar la huella de la injusticia y el dolor infinito, que en el presente, les provocan las bestias sin fondo y la callada e inactividad cómplice del resto del mapamundi. Esta indiferencia generalizada, sí es un disparo en la frente. La no-reacción es un vicio que deforma, una dictadura que nos muerde la lengua, un soliloquio donde los egos juegan a la verborrea estéril. Disculpen si me reitero. Si cae una lágrima o más, no va a ser quienes desean y quieren decir adiós, sino por aquellos seres humanos a los que aún no se les puede dar la bienvenida. Que hartazgo de dobles asaltos dialécticos. Patria versus independencia. Cataluña versus España. Voceros de vientos difíciles, como si la ciudadanía, no estuviéramos cansada de batallas absurdas. Ahora recuerdo, los versos del poeta granadino, Luís Rosales: “El exilio interior es una forma de sentirse extranjero en tu país, el exilio exterior es una forma de sentirse extranjero en el mundo”…Y no es baladí, rechazar estas paradojas en las que nos envolvemos. Parece que es más fácil, no vomitar las mentiras, que abstenernos de buscar las verdades. Eso es ir contracorriente. Y ya se sabe de la incomodidad de ser denuncia, resorte, palanca…Y con ejercer el derecho a exiliarse, no digo apartarse totalmente de la realidad, sino alejarnos para tomar un mayor impulso, para analizar los riesgos del desequilibrio que se plasma a nivel planetario. Exiliarse, para comprender, que no venimos a “estar” sino a “Ser”. A ser en “común-unión”, en relación positiva y respetuosa con los/as demás. En nuestras hélices genéticas, aún viajan las semillas de un humanismo nuevo. Que las simplezas ideológicas no nos besen la boca. Que nuestras manos, se aproximen a otras que abiertas buscan ayuda y consuelo. Que nuestra Vida, únicamente genere VIDA.