Aunque los pueblos tengan los gobiernos que se merecen no tengo claro que me merezca el gobierno socialista que el pueblo andaluz ha decidido que se merece desde siempre y para siempre. Tan para siempre que entre los desencantados con el régimen cobra cuerpo la certeza de que si un día Ferraz pone a un mulo de cabeza de cartel no variará la intención de voto. Lo que tiene su lógica si se considera que para un pueblo de izquierdas el mulo es una prolongación del niño yuntero. Más difícil, creo, es que el pueblo apoyara también al PSOE si pusiera de candidato a un psicópata, aunque éste fuera John el Rojo.
Susana Díaz no es, claro está, ni un mulo ni un psicópata, sino la síntesis perfecta de una región que prefiere el bostezo a la siesta porque la siesta es una consecuencia del trabajo y el bostezo la seña de identidad del andaluz que cuando abre la boca no es para protestar por el paro. O sí, pero contra quien no debe, pues el andaluz, si se come las eses, responsabiliza al latín y si no encuentra empleo en Dos Hermanas achaca su situación a Rajoy. Lo que explica el respaldo masivo en las urnas a la pésima gestión de la administración autonómica, que, en función a este modo de entender la política, será mayor cuanto peor lo haga el PSOE. De lo que se deduce que, al lado del que ahora preside Díaz, el del PRI, que duró siete décadas, fue un gobierno de transición.
Andalucía, que iba para California, no pasará pues de Méjico. Se veía venir. Y es una pena porque yo ya no estoy para rancheras. De modo que a partir de ahora salgo al exilio interior. Lo bueno del exilio interior es que te blinda como combatiente y lo malo es que nadie te homenajea. Vaya una cosa por la otra. Además, esto durará hasta que me salga algo fuera. Donde sea. Si es cerca, mejor, porque ni tengo dinero para viajar a Puerto Rico ni mi mujer se llama Zenobia.