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El Jueves

192 ataudes

Cuando escribo estas líneas es 11 de marzo. Poco más le debo decir: el día en el que se cometió el más pavoroso atentado en suelo español...

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Cuando escribo estas líneas es 11 de marzo. Poco más le debo decir: el día en el que se cometió el más pavoroso atentado en suelo español. A las 7,36 horas, diez bombas en diez mochilas cambiaron la vida de muchas personas, no sólo la de los familiares y amigos de esos 192 muertos. No sólo hubo y hay heridas en lo físico, sino en lo psíquico, que aun hoy se mantienen.

La prensa, salvo honrosas excepciones, no recuerda el día de hoy, que fue ayer. Parece que tampoco se recuerdan esos 192 ataúdes, en una fila escalofriante dentro de la morgue. Parece que se ha olvidado esa sacudida a los sentimientos de una nación.

Aquellos 192 féretros siguen siendo los muertos de toda España, los muertos de cada uno de nosotros. Cabe pensar ahora que, al menos, esas muertes no fueron inútiles: sirvieron para denunciar los fallos y lo fácil que resulta matar (más que matar, hacer una matanza masiva) y lo poco caro que se paga. Y también siguen siendo útiles esas muertes para recordar que el peligro islamista no sólo sigue, sino que crece y cada vez se organiza más y recluta más. Un peligro al que hay que combatir desde dos frentes: la legislación y la investigación. Y por supuesto desde la colaboración ciudadana con las fuerzas y cuerpos de seguridad del estado.

Nuestro país lloró unido bajo la lluvia de Madrid y dio un palpable ejemplo de solidaridad. Fue asombroso, si lo recuerdan. Los españoles vivimos después muchos días con la angustia de preguntarnos quién y por qué. Días en los que estuvieron a punto de llevarnos a la ruptura de los históricos pactos políticos que había en este país, en una conjura contra la barbarie.

A pesar de la solidaridad de los españoles, la desunión que se manifiesta en las horas siguientes al atentado entre las dos principales fuerzas políticas del país fue absolutamente vergonzosa por ambas partes: interpretaciones de ETA que fueron muy persistentes en el tiempo y dieron lugar a un chocante empecinamiento. ¿Recuerdan a Otegui, cómo desmarcaba a la banda armada aquella misma mañana? De la otra, la culpa a la foto de las Azores por la participación de España en la guerra contra Irak, tildando de asesinos a dirigentes y militantes del PP.

Y lo más triste es que hoy, once años después, José Bono se permite el seguir politizando este macrocrimen en su libro de memorias, en el que cuenta que el CNI advirtió tres días antes al Ministro del Interior de este atentado. Yo me pregunto: ¿y ahora qué y para qué?
Recordemos a los 192 ataúdes. Y ya está.

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