No hay duda que los tiempos han cambiado y que actuaciones que antes se veían con buenos ojos, con el paso del tiempo, se convirtieron en operaciones ruinosas para la ciudad. Mucho se ha escrito del edificio del Mueble rondeño. En su época fue el símbolo de una etapa de bonanza en la que el dinero circulaba con fluidez y los políticos debían inventar proyectos gastar los dineros que llegaban desde las distintas administraciones.
En su día, el anuncio de que se iba a realizar un centro para promocionar el mueble rondeño fue aplaudido por la sociedad local, que veía como se trabajaba para promocionar uno de los sectores industriales más importantes que había en la ciudad y que se estaba muriendo poco a poco. La construcción gustó mucho por su diseño innovador y todo parecía marchar viento en popa para su inmediata puesta en funcionamiento. Pasó el tiempo y ninguno de los gobiernos locales ha conseguido dar uso a una infraestructura que tiene la ciudad en la que se ha invertido mucho dinero.
En las últimas semanas, la alcaldesa ha dejado caer que se están planteando la posibilidad de demoler el edificio, ya que “se puede convertir en un pozo sin fondo en el que se gaste mucho dinero para lograr un resultado dudoso”. Al parecer, costaría muchísimos millones reparar la estructura de madera, el acondicionar el interior y el dotarlo de las acometidas necesarias. Aunque se pueden entender los argumentos de la señora Fernández los rondeños no entenderían que se decidiera definitivamente tirar a la basura tantos millones sin lograr una solución que ponga en valor la inversión realizada. Mirando hacia atrás el edificio podía haberse convertido en el Centro Integral del Vino, en la nueva biblioteca o en el Museo Cofrade, pero en todos los casos se decidió gastar mucho más dinero para realizar proyectos desde cero. Los políticos tienen por delante el reto de pensar en un proyecto viable que pudiera suponer la recuperación progresiva del edificio. En último caso siempre les quedará la posibilidad de intentar conseguir fondos en el sector privado.
En Ronda nos sobran edificios y nos falta iniciativa e imaginación para emprender proyectos que aporten valor a la comunidad.