Ecce Homo salió ayer de su templo con su marcha, una auténtica joya de la Semana Mayor gaditana, y que cada vez se empieza a escuchar más
La Hermandad más céntrica de la capital se puso puntualmente en la calle a las 17.15 horas como estaba previsto. Los penitentes con túnicas de cola blancas y terciopelo granate en el antifaz precedían a la que es, sin duda, una de las tallas más soberbias de la Semana Santa gaditana. Los cirios color tiniebla tiñen de cera las calles de Cádiz. La puerta de San Pablo cada año se hace más pequeña para que salgan los pasos. La calle Ancha está expectante. Los hombres de Juan Manuel López Gallardo realizan la dificultosa maniobra de salida. La Banda de Cornetas y Tambores de Nuestra Señora del Rosario, de Cádiz, interpreta a la perfección el Himno Nacional.
Una vez puestas las patas del paso y los cargadores en su sitio, suena el primer martillazo y el paso se eleva. Se produce entonces uno de los momentos más emocionantes y sublimes de la Semana Mayor, que no es otro que ver al Señor del Ecce-Homo con la gran marcha que le dedicara el maestro Eduardo Escobar y que lleva su nombre. Una de las mejores composiciones que tiene Cádiz dedicadas a una devoción.
El Señor discurre novena abajo dejando ver su magnífico manto bordado que oculta también una espalda no menos espectacular que tallara Montes de Oca. Aquí hay un debate importante, puesto que hay gente que prefiriría que verle procesionar con su preciosa espalda al descubierto. Pilatos presenta al “Hombre” con mayúsculas, y Cádiz se queda absorta. Suena Rosario de Cádiz interpretando Dios y Hombre. El nombre de la marcha lo define.
El rojo de los penitentes se tiñe ahora de azul para aguardar la salida de la Madre de las Angustias un año más. Transcurridos unos minutos y a ruedas sale la Señora a la calle. La banda del maestro Fernando Guerrero de los Palacios, todo un clásico ya tras la esta Virgen, interpreta el Himno nacional. Se colocan las patas del paso con una maniobra que encoje el corazón. La luz de la tarde luminosa del Martes Santo se cuela por la malla del palio de la Virgen que este año está más reluciente tras la restauración de algunas de sus piezas de orfebrería. Suenan los aplausos tras la levantá y la formación de los Palacios interpreta la bella marcha que el pasado año le compusiera el Maestro Abollado a la Dolorosa María Santísima de las Angustias.
El cortejo ya se pierde por la calle Valverde tras la estela que deja el manto azul de la Virgen de las Angustias. El público abarrota las calles. El Martes Santo no ha hecho más que empezar. El tiempo había sido también benevolente con las corporaciones de esta jornada, aunque hace algo más de fresco. No obstante, los encargados de encender las velas se afanan por que las candelerías permanezcan encendidas.