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Semana de añoranzas

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Si la Navidad te marca en el recuerdo a los que ya no están, no es menos cierto que la Semana Santa también trae añoranzas, recuerdos de gentes, de imágenes, de momentos que pasaron. Es una semana de añoranzas, como la que el Domingo de Ramos vivimos en la plaza Rafael Rivero sin la presencia de Manolito, sabiendo que él estaría eufórico señalando el resultado positivo de su Xerez y advirtiendo de un día soleado para el Jueves Santo para no faltar a la cita con su hermandad de la Oración en el Huerto; o en la matinal del mismo domingo sin ver el paso presuroso de Diego Conde, con su corbata negra y su puro, camino de la sede de su hermandad de la Merced, donde le recibiría el padre Jesús, con el que se ha encontrado allá arriba, junto al Padre. Añoranzas de Lunes por la plaza de la Compañía, sentimientos de no ver ya a Andrés Begoña, otrora capataz de La Candelaria y hermano que era del Amor y Sacrificio, o no encontrar a Manolo Mateos al frente del paso del Cristo de la Defensión o esa cita que cada Miércoles Santo tenía mi abuela María con su Cristo de las Tres Caídas, o no ver a Paco Sambruno, el padre de Encarni, Paco y Juan Carlos, mis hermanos en la Redención, en el dintel del Santuario de María Auxiliadora viendo la salida de la hermandad salesiana para luego pegarse a la trasera del paso, o ver a esa Hermandad de la Oración en el Huerto, sabiendo que no te va a saludar Manolito o no ver salir desde su parroquia de San Dionisio, ojalá el año próximo sí, a la Hermandad del Mayor Dolor o saber que Eduardo Barra no tendrá ya a su mujer para que le dé el último toque al último fleco de la capa de la hermandad que reside en el templo del patrón jerezano, o saber que el Viernes Santo termina la Semana Santa y que ya no habrá despedida del duelo del Santo Entierro en la tarde del Sábado Santo, ese Sábado Santo que un día abrió la que siempre será mi hermandad del Perdón y que años atrás llegó a abrir la Vera Cruz cuando salía desde el colegio de Marianistas en  el Polígono. Tiempos de añoranzas infantiles de tambor y trompetas y de penitentes de papel a una peseta en la puerta de la plaza de Abastos.

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