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La tribuna de Viva Sevilla

Las dos Españas de Márquez Villanueva

Sus estudios, lejos de perder actualidad e interés, los ganan día tras día. No solo (que también) por la fascinación que producen sus análisis cuando se refieren al pasado, sino porque al ciudadano contemporáneo le sugieren una triste similitud con la situación presente.

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Se ha cumplido un año del fallecimiento, en Boston, de Francisco Márquez Villanueva. Hispanista de prestigio mundial, “el último exiliado” como se le dio en llamar, dedicó su vida a estudiar este saco de enigmas que España parece a veces. A tal objeto se fue a las fuentes viejas a estudiarlas con ojos nuevos.


Sus estudios, lejos de perder actualidad e interés, los ganan día tras día. No solo (que también) por la fascinación que producen sus análisis cuando se refieren al pasado -casi un milenio de historia glosado en su obra. Sino porque al ciudadano contemporáneo, al lector de su rica prosa, le sugieren una triste similitud con la situación presente.


Márquez analiza de modo sistemático los textos históricos, literarios, filosóficos (“Dejar hablar a los textos” es el significativo título del homenaje que le dedicó la Universidad de Sevilla, coordinado por el Prof. D. Pedro Piñero). Los disecciona con fina habilidad para sacar a la luz los estratos más profundos, los matices más escondidos. Y nos enseña, de un lado, la España monolítica, de unas creencias y unos ideales únicos, firmes, indiscutidos salvo por unos cuantos extraños, heterodoxos o aun herejes. De otro, los destellos de ingenio, las críticas aceradas, la vida que pulsa y vibra bajo el anquilosamiento y la rigidez oficiales.


Con Márquez asistimos a la progresiva revelación de que España no era tan uniformemente boba, lerda y conformista como a veces se ha mostrado. Vemos que la sociedad (los ciudadanos, se diría siglos después) es muy consciente de las falacias y aberraciones de los estamentos oficiales. Y descubrimos cómo, lejos de resignarse al silencio, las mentes más brillantes porfían y se implican en proclamar que las cosas no son, no pueden ni deben ser como se cuentan.

También vemos que un rey bien formado y asesorado cual Alfonso X es capaz de dar un impulso innovador al país -precisamente su libro “El concepto cultural alfonsí” será pronto homenajeado, bajo la coordinación del Prof. Emilio González Ferrín. Y entendemos por qué la parálisis acaba ahogando la pujanza española, bajo el férreo dogal de una clase dirigente endogámica, inepta y centrada en sus propios intereses y concepciones.


Vuelve uno la vista a la actualidad y no puede por menos que estremecerse de las similitudes. Hallamos un país empobrecido, abochornado y carente de rumbo. Durante la época de aparente prosperidad se ha tolerado, cuando no fomentado, que los jóvenes abandonen los estudios por tareas cortoplacistamente lucrativas, pero abocadas al desastre y la ruina en breve plazo. Entre tanto, en otros países han primado la innovación, el desarrollo de nuevos productos y la preparación de una sociedad que poco o nada tendrá que ver con la que conocimos.

Mientras el entorno estimula el nacimiento y la expansión de proyectos innovadores vemos instalada la autocomplacencia y la irracional espera de prodigios que nos alivien, ya intervenciones mágicas, ya espejismos segregacionistas. Nos dedicamos a la vana protesta vociferante en lugar de exigir responsabilidades, empezando por nuestro propio esfuerzo en construir un futuro mejor. Y contemplamos la perenne ineficiencia, la falta de renovación justamente en las estructuras que deberían catalizar y canalizar la reanimación del país.


Márquez Villanueva dedicó su vida a engrandecer la imagen de España. Señaló el ingenio e hizo aflorar el talento donde otros veían simple aborregamiento o humor intrascendente. Y nos legó un espejo de fino cristal y pulido azogue para quien tenga el arrojo y la honestidad de contemplarse críticamente -para aquel que, siguiendo la renacentista máxima de nosce te ipsum, ose realmente profundizar en sí mismo y averiguar sus propias debilidades.


Solo ese conocimiento, seguido de reconocimiento o aceptación y de acción determinada, podrá sacarnos del marasmo de forma duradera. Únicamente así podremos de veras construir un país rico en su diversidad y que avance, mano en mano, hacia el futuro. Y por fin dos Españas se unirían para alumbrar una vía de libre y consciente progreso colectivo.

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