Es bueno tener un rato cada día, cuando menos, para entrar dentro de uno mismo, apartando todo aquello que lo impida, aunque sean cosas pequeñas y que son tan habituales como esa palabra que intercalamos entre las frases de la conversación para reforzar nuestros argumentos.
Entrar dentro de uno mismo es muy importante y hay que hacerlo libres de todo lo que nos quite soltura. Nada debe distraer nuestra mente, ni equivocar esos compases de la mejor sinfonía que hayamos oído muchísimas veces en nuestra vida y que tanto nos dicen.
Es muy importante ese rato porque cada día se van presentando muchas más cuestiones que, de una u otra forma, nos afectan; alguna de ellas de forma muy directa y en la que debemos decir la última palabra. No debe asustar la responsabilidad, pero sí que hay que prepararse para tener plena conciencia de que lo que se resuelva sea lo verdaderamente justo.
Para que el alma esté alegre y se puedan afrontar con serenidad todas cuantas dificultades se presenten, es bueno –necesario se puede decir, sin temor a equivocarse– buscar en ese rato de intimidad personal todo aquello que, de alguna forma, se haya opuesto o pueda llegar a impedir el deber de justicia con cualquier otra persona.
Es deber de justicia, al mismo tiempo, con uno mismo, pues, ¿acaso no nos importa la serena alegría de nuestra alma? No se la neguemos; no le pongamos, tan siquiera, alguna que otra condición ni tiempo de espera. De esa alegría, serena y llena de ilusiones, depende, quizás, la de otras muchas personas; pero aunque sólo lo fuera de una ya es motivo grande de satisfacción, de contento porque algo bueno se ha hecho en beneficio de la verdad,
¿Cómo no pensar en esa sumisión a la mentira a la que no pocas veces se presta nuestra voluntad? Tal vez te dejas llevar por algún compromiso adquirido, con carácter general, para servir a una determinada línea de acción, pero si tienes ese rato al día para volver a estar dentro de ti mismo, sin presiones de ningún tipo, volverás a encontrar la verdad, la llamada que tu libertad te hace para defenderla y gozar de la alegría del justo.
Cuando se piensa con detenimiento y libertad personal se tiene ante uno mismo, con claridad y sin traba alguna, todo lo que ha sido la vida en un espacio de tiempo determinado. Si no se le ponen fronteras a ese espacio podrán verse las ligaduras que existen entre unos y otros hechos, así como las consecuencias habidas.
Si éstas no son justas, si de alguna forma se ha atentado contra el bienestar de la verdad, es hora de romper esas ligaduras y volver a ser libre, volver a sentir la alegría de la vida con toda su carga de ilusiones buenas.
Hoy se trata de la vida de los seres que en el seno materno están esperando a que se cumpla el plazo que la Naturaleza ha fijado para nacer y es necesario que cada cual piense en lo que está haciendo o piensa hacer a la hora de tomar decisiones. Es un asunto serio aunque haya quienes parece que no dan importancia a la vida de esos seres humanos.
Piénsalo bien. Repasa la documentación proporcionada por científicos responsables y actúa por ti mismo... De ti, de todos, depende que la libertad personal sea un hecho gozoso y no algo sometido a esclavitud.
Son muchas las voces que han hecho y siguen haciendo llamadas a la sensatez; para que se actúe con lógica y sin faltar, en ningún momento, a la verdad. ¿Por qué se ha de ir a remolque de caprichos, consignas que no tienen fundamento y que hasta son aberrantes en algunas ocasiones?.
Nada hay más hermoso que encontrarse con la verdad, con su caricia profunda, con la fortaleza que proporciona para toda acción en la vida, para ser, en definitiva, una persona libre que actúa llevando a todas partes la alegría de la vida, con serenidad y sin rencor alguno.
Eso es lo que hay que hacer ahora y siempre; amar la verdad, proclamarla y defenderla con espíritu sano, mente clara y cariño para todos, sin distinción alguna.