En los últimos días se han sucedido, casi simultáneamente, dos noticias concomitantes sobre la bicicleta en Sevilla. Por un lado, el último Barómetro Socieconómico de Sevilla reflejaba cómo la valoración por los ciudadanos tanto de los carriles-bici como del sistema de bicicletas públicas Sevici se mantenía a un buen nivel, similar al de años anteriores.
El mismo Barómetro nos informaba de que más de un tercio de los sevillanos y sevillanas adultos seguía declarándose usuario/a de la bicicleta, lo que hace la nada desdeñable cifra de 200.000 personas. Por otro lado, un estudio del Sibus (Universidad de Sevilla), nos indicaba que el número de desplazamientos diarios de la bicicleta en la Ciudad de Sevilla, en un día laborable tipo, parecía estabilizarse en torno a los 70.000 desplazamientos, cifra similar a la de su anterior estudio, de noviembre de 2011, hace ya un par de años.
La clave para entender estos datos nos la da el propio Barómetro en su edición de junio de 2012: sólo una tercera parte de los que se declaran usuarios de la bicicleta la usan a diario o casi a diario. La mayoría la usa ocasionalmente, por motivos de ocio o deporte. De modo que los 70.000 desplazamientos diarios detectados por el Sibus corresponden a ese tercio de los 200.000 usuarios de la bicicleta que declaran usarla diariamente.
Dicho esto, la pregunta es ¿Estamos tocando techo en lo que al uso de la bicicleta se refiere, como parece sugerir el estudio del Sibus? La presencia de más de 100.000 aficionados a la bicicleta que, sin embargo, no la usan para sus desplazamientos cotidianos, hace pensar que no. Más bien la pregunta sería ¿Cabe persuadir a esos más de 100.000 aficionados para que usen su bicicleta también en sus desplazamientos cotidianos?
La respuesta la encontramos en las sucesivas encuestas que ponen de manifiesto que las principales preocupaciones de los usuarios de la bicicleta tienen que ver con el robo y con la posibilidad de aparcar su bicicleta de un modo seguro. También ayuda a encontrar la respuesta la experiencia exitosa de la Universidad de Sevilla, cuya oferta de aparcamientos vigilados en los campus universitarios ha redundado en un uso de la bicicleta más de 6 puntos porcentuales por encima del su uso en el conjunto de la ciudad.
Para convencer a los usuarios ocasionales de la bicicleta de que la usen también en sus desplazamientos cotidianos es necesario ir mas allá de la conservación y extensión de la red de vías ciclistas, también necesaria sin duda, y avanzar hacia una política integral de fomento de la bicicleta que, en mas de una ocasión, es mas una cuestión cultural que de inversiones, que probablemente serían muy inferiores a las ya realizadas en la construcción de la red de vías ciclistas y en su conservación.
Son todavía demasiadas las comunidades de vecinos que ponen trabas o impiden el tránsito o el aparcamiento de bicicletas en sus lugares comunes, y muy pocas todavía las empresas y los centros de estudio que ofrecen aparcamientos dignos y seguros a sus trabajadores o estudiantes, por no hablar de los centros comerciales - tan generosos en la oferta de aparcamientos para los automóviles- o las estaciones del transporte público.
En definitiva, tenemos una magnífica red de vías ciclistas, pero estamos todavía muy lejos de haber integrado plenamente a la bicicleta en nuestro sistema de movilidad, de poseer como ciudad una auténtica cultura de la movilidad en bicicleta, comparable a la que se observa en las ciudades del Norte y el Centro de Europa. Pese a ello, el hecho de que la ciudadanía persista en seguir calificando positivamente (y cada vez con mejor “nota”) las infraestructuras ciclistas de la ciudad, hace albergar fundadas esperanzas en dicha dirección.