Quizás el Grial de la vida sea precisamente el Amor. Como expresa nuestro poeta cumbre Juan Ramón Jiménez: “Quien fuera como tú, secreto, grande siempre por pequeño que seas, joya única”.La existencia carecería de sentido si no nos comprometemos con el sentimiento imprescindible del Amor. Su tiempo verbal debiera ser un presente continuo, la columna vertebral de nuestras acciones, el eje central de nuestro pensamiento. Una brújula que debiera guiar cada uno de nuestros encuentros. Una solución en las encrucijadas, la pieza comodín de todo puzzle, la llave maestra que abre todas las puertas. Dejarlo a un lado, puede suponer el vaciamiento de la conciencia, la pérdida del rumbo ético a nivel personal y comunitario. No incluirlo en la cúspide de nuestros valores, podría resquebrajar ese momento denominado como felicidad, que buscamos a veces a ciegas, entre las arrugas de la comodidad, de lo superfluo, lo material. El amor, es el epicentro de todas las manifestaciones espirituales, y lo es, porque realmente se traduce como la esencia de todas las deidades. Sería inútil, un salvoconducto a escala planetaria, sin esa concentración simultánea y permanente de actos positivos de todos los seres humanos. El verbo amar le gana la partida a cada instante al de odiar y destruir. Cada gesto, detalle o palabra desde el amor tienen una expansión incalculable. No se puede medir su impacto, pero si podemos ir percibiendo sus efectos a corto, medio y largo plazo. El Amor nos hace crecer y valorar. Nos hace empatizar, respetar y comprender. Nos sitúa en las orillas de la justicia y nos apoya en los anhelos de la paz, el diálogo y la diversidad. Si buscamos el desarrollo integral, debemos de educar y educarnos desde las premisas de este impulso renovador. Sus pautas son exigentes, nos conducen a la reflexión, a la evaluación permanente de nuestro ser en relación con las demás personas. No remueve los posicionamientos, no nos deja abandonarnos a la indiferencia, al pasotismo o al egocentrismo. Nos exige y reclama, pero sin lugar a dudas, nos libera, ayudándonos a arrojar y eliminar el hedonismo, los prejuicios o discriminaciones. La poesía siempre ha sido su amante fiel, su alegato en todas las diversidades. Lo ha reflejado, abanderando todas sus aristas, pudiendo esbozar sus diferentes rostros, sus claroscuros, su sabor agridulce… Los versos de nuestro Premio Nóbel de Literatura, hacen del Amor esa virtud perfecta, indeleble, capaz de traspasar toda frontera, de desfigurar cualquier límite, incluso el más definitivo: “No has muerto, no. Renaces con las rosas, en cada primavera. Como la vida, tienes sus hojas secas; tienen su nieve, como la vida…Más tu tierra, amor, está sembrada de profundas promesas que han de cumplirse aún en el mismo olvido” El Amor, es el Camino, la Respuesta, la Clave existencial…esa “joya única” que no se compra ni se vende, tan sólo se halla y vive, sin tener en cuenta estado, espacio ni tiempo..