La 61 edición del Festival Internacional de Cine de San Sebastián toca a su fin, con un nivel medio de las películas en competición medio tirando a bajo. La última, presentada este viernes, ha sido la española “La herida”, y tampoco han volteado las campanas por ella.
El hasta ahora montador Fernando Franco firma su primer largometraje como director con “La herida”, un retrato psicológico de una joven de 28 años que no sabe convivir con los demás y tampoco con ella misma. La gran protagonista es Marián Álvarez, que aparece en todos los planos de la película, y que es lo mejor de ella. La actriz está acompañada por un reparto en el que están Ramón Barea, Manolo Solo, Rosana Pastor, Andrés Gertrudix y Ramón Agirre. Marián da vida a Ana, una mujer de 28 años. Se siente útil y satisfecha en su trabajo rutinario como conductora de ambulancia ayudando a otros. Sin embargo, fuera de su jornada laboral, Ana tiene serios problemas para relacionarse. Es socialmente torpe e incluso agresiva con las personas más cercanas y queridas, incluida su madre, con la que convive. Ana no puede controlar este comportamiento ni sus emociones, por las que sufre y se atormenta, sintiéndose culpable. En el fondo sólo querría estar bien consigo misma y con los demás: ser feliz. Sin embargo, su conducta autodestructiva no hace sino aislarla aún más.
Como en otras películas del festival, también “La herida” es una película muy abierta, que deja al espectador para interpretar las reacciones de la joven protagonista. La cámara le sigue, con un tono semi documental, tanto en su trabajo como en su vida cotidiana, siempre en guerra consigo misma y con tendencia a automutilarse. La chica padece un trastorno límite de personalidad, una enfermedad psiquiátrica conocida como “bordeline”, pero la chica no lo sabe. El espectador, salvo los muy puestos en problemas psiquiátricos, tampoco. A los ignorantes en esta temática nos lo explica el dosier de prensa que se nos ha entregado tras la proyección del filme. Pero esto es algo a lo que solo tenemos acceso la prensa especializada. El espectador que acuda a ver la película (en los cines españoles a partir del 4 de octubre), no va a entender nada. Lo mejor es que hemos ganado una estupenda actriz, que aguanta la cámara como nadie y que con una mueca, un gesto, sin palabras logra transmitir el trastorno de personalidad: Marián Álvarez, hasta ahora conocida por series de televisión como “7 vidas” u “Hospital central”.
Sin embargo, este viernes nos ha dejado una estupenda película, “Prisioneros”, que se ha proyectado en sesión especial fuera de competición y que ha servido para acompañar a uno de sus protagonistas, Hugh Jackman, en el recibimiento del Premio Donostia. Jackman que no ha pasado ni 24 horas en San Sebastián (llegó el jueves a medianoche y se largó tras recibir el premio a media tarde. Y además le ha dado tiempo a pasear en bicicleta por Donosti y a realizar algunas compras), ha revolucionado la ciudad y se ha mostrado encantador, tanto con la prensa como con el público que aguardaba a la entrada del Hotel Maria Cristina para lograr un autógrafo o fotografiarse con el popular Loberzno.
“Prisioneros” es un excelente thriller que firma el canadiense Denis Villeneuve, que compite con otra película, la mediocre y pesada “Enemy”. Como aquella cuenta también en su reparto con Jake Gyllenthal, junto a Maria Bello y Viola Davis. Jackam es el padre de una niña de un pequeño y lluvioso pueblo estadounidense, cuya hija de seis años desaparece, junto a una amiga, el día de acción de Gracias. Vecinos y policía buscan a las dos desaparecidas sin obtener resultado alguno. Sabiendo que la vida de las niñas está en peligro, y que el tiempo corre en su contra, este hombre decidirá tomarse la justicia por su mano, secuestrar a un sospechoso al que la policía ha dejado en libertad y torturarle hasta límites insospechados.
Una intriga con la acción moviéndose en varias direcciones, de ritmo ágil que engancha desde el primer instante. Lástima que Villeneuve no hubiese adaptado su ritmo narrativo en “Enemy”.
Para la crítica las dos favoritas son la francesa “Quay D’Orsay”, del francés Bertrand Tavernier, y la española “Vivir es fácil con los ojos cerrados”, de David Trueba. Pero este Festival, que incluso un año llegó a dejar sin premio a “El secreto de sus ojos”, que después ganaría el Oscar, suele ir siempre a la contra en los gustos de crítica y público. El jurado, presidido por el director norteamericano Todd Haynes, tiene la última palabra.