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Hacia un nuevo orden mundial

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Acaba de celebrarse la reunión anual habitual del Grupo Bilderberg (GB) en Hertfordshire, campiña inglesa próxima a Londres. La prensa apenas se ha referido a este suceso, pese a su importancia. El desconocimiento del público sobre el GB es generalizado: si yo hiciera una encuesta entre mis lectores, es seguro que muy pocos podrían dar cuenta de su naturaleza y funciones. Ello es el resultado del secretismo que le rodea; un secretismo que evoca de inmediato las técnicas masónicas. Explicaré un poco en qué consiste, basándome de preferencia en la extensa información ofrecida por Manuel Guerra en su libro “Masonería, religión y política”.


Fue creado en 1954, a modo de club promotor del enlace entre EEUU y Europa, como respuesta al antiamericanismo despertado por el Plan Marshall. Para ello fue decisivo el apoyo que el jesuita polaco Joseph Retinger (grado 33 de la masonería), consiguió del Príncipe Bernardo de Holanda, presidente del GB hasta su muerte. Bilderberg es el nombre del hotel que albergó la primera reunión, sito en Arnhem (Holanda). Las reuniones del GB aglutinan a 130-150 asistentes, y se celebran en diversas ciudades aquende y allende el atlántico. En 2010 se asentó en Sitges, y fue invitado a título de presidente del Gobierno J. L. Rodríguez Zapatero, quien en su informe defendió la “solidez de la banca hispana”. Y se lució.


El GB es importante porque lo son las personalidades que lo integran, punteras en el mundo de la política, las finanzas, la comunicación y el ámbito académico. Se estructura tres círculos concéntricos, de los que el más íntimo y selecto es realmente su núcleo directivo (Advisory Group) conocedor de todos los proyectos secretos e integrado por masones, del calibre de Henry Kissinger, David Rockefeller, Joseph Retinger, Herbert Lehman, Lord Carrington, etc. En el segundo círculo, también de dominio absoluto de la masonería regular, sí que se halla un español perteneciente al Steering Comittee, Juan Luis Cebrián, consejero delegado del grupo Prisa, que ha asistido a casi todos los encuentros  del GB desde 1988 hasta el presente año. Invitados españoles ocasionales de diverso signo han sido la Reina Sofía, Manuel Fraga, Joaquín Almunia, Soraya Sáez de Santamaría, Isidro Fainé, Ana Patricia Botín, Miguel Ángel Moratinos, Jesús de Polanco, Javier Solana, Pedro Solbes y un largo etc. Sin ir más lejos, el ministro de Economía Luis de Guindos ha acudido este año. 


El hermetismo subsigue a cada cónclave de poderosos. Se dice que el GB trata de obtener información, pero su objetivo final no confeso es establecer un nuevo orden mundial. Nos hallamos ante un grupo oligárquico que pretende gobernar el mundo con fórmulas socialdemócratas y dominio anglosajón. Son múltiples sus intervenciones: así, está probada su implicación en la transición española, cuando se decantó por figuras nuevas como Felipe González (en vez del socialista clásico Rodolfo Llopis) y Adolfo Suárez (frente a Silva Muñoz o López Bravo) para asegurar el relevo del franquismo sin traumas. Y ¿juegan ahora un papel relevante ante la crisis económica? Para mí, no hay duda.

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