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Pateada

Mi hijo adolescente está que trina contra el mundo mundial de la Lindo y no sabe a quién echarle la culpa, lo que pasa es que como yo andaba por ahí...

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Mi hijo adolescente está que trina contra el mundo mundial de la Lindo y no sabe a quién echarle la culpa, lo que pasa es que como yo andaba por ahí, me tocó coger el paraguas y recibir el aguacero. En muchos sitios es igual, pasábamos por allí y nos cayó la marea marrón encima, sin comerla, ni beberla.

Esta mañana, sin ir más lejos, sin haber dormido bien, por la bronca del niño que se cree Popeye y después de su salida intempestiva para el instituto, me doy de cara con una vieja amiga , descalabrada y difusa, porque ha perdido el trabajo y también su marido, el suyo.

No es lo mismo que otra amiga con la que comparto espera, tras la valla que separa a los de infantil de los de primaria, porque ésta no ha perdido más que la libido para enjundia suya , no así su marido, al que han echado  del trabajo, por lo que ella anda llorosa y en busca de sustituto. Al regreso a casa, me une los pasos, otra amiga , que va a trabajar a casa de una señora que le paga miseria miserable por allanar ropa, platos y camas, sin seguridad social, contrato, ni las gracias. Ya casi llegando a mi puerta, me salen al encuentro con la cantinela de “me han echado” y es una madre soltera, con cargas familiares, que me pregunta “si creo que le puede corresponder algo”.                                                              

No sé cómo estarán ustedes, pero intento enmendar la vista, sonreír si cabe y no puedo, no por los que pierden su empleo, ni por los ahorradores de Bankia, sino por todos, por todos los que creímos que esto no pasaría, que no nos iríamos al garete  y que llegaría el día que ni podríamos- siquiera- comprar el pan.

El empleo se ha destruido, pero con él se ha barrenado la economía, se deshacen de la gente como si fuera piel vieja y los echan de sus casas, mano con mano, para que se mueran de pena.                                                                                                                             

Nos tutela Europa y el gobierno tutela a las comunidades y ellas nos aprietan el cuello y nos dejan sin resuello, patéticos y hundidos y sin saber cómo vamos a salir. Nos hablan de corralitos, nos muestran a Grecia y a la vieja Argentina, pero nadie da pasos confiados , de patrón seguro y solo vemos –en cambio-en la tele a Rajoy , más amarillo, ojeroso y temblón, que nunca. No hay una imagen que nos componga, no hay un insulto que nos avale, ni tampoco una maldición que nos consuele, porque solo queremos lo normal, dar de comer a  nuestros hijos, tener empleo y mirar al frente, sin miedo al mañana.                                                   

Los fascismos se soliviantan y en la uno nos dan reportajes de la segunda guerra mundial, no sé si para hacernos ver las barbaridades de nuestros abuelos o para abrirnos boca y que sepamos la que nos puede caer encima.                                                                     

Nos dicen los entendidos que invirtamos , que el que tenga dos cartas se quede en una y la otra la gaste, para que la economía coja bríos y se levante de una vez, pero no podemos , porque tenemos el miedo enraizado en las venas, en el cuello, en la boca del estómago y en el corazón, y solo nos quedan lágrimas de puro vinagre, para estafadores que han vendido parcelas ilegales, a precio de marqueses y tontos que las compraron, porque querían tener un chalé al estilo de Beberlý, gracias a un chanchullo inmobiliario.

Ahora rodarán cabezas, o no, porque la justicia es lenta, coja y desbravada, si no que se lo digan al padre de Marta del Castillo, que rezumaba lastima ajena, sentadito al lado de Gallardón; o que se lo digan a Bretón, que anda dando vueltas a la margarita o sin más a los Gurtel o al Noos, o a los especuladores de Casares o de Chiclana, o a tantos que se hicieron los riñones de diamantes y ahora se hacen encima los ofendidos, jorobándonos a todos los demás, mirándonos por encima de sus capitales y estafas, suplicando comprensión o respeto y nosotros les respondemos, comiendo pipas de loro, en la jaula , que, para nosotros y los nuestros, ellos tejieron.

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