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Lo que queda del día

La botella de plata de los proveedores

Resulta inevitable y comprensible, que en ese listado de acreedores figuren nombres de grandes empresas, cuyos dueños ni siquiera tienen por qué saber dónde está Jerez mientras sepan dónde guardan su propia botella de plata

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La historia sucedió en los años treinta en el condado de Wachata, en Nueva Orleans, y la inmortalizó un jovencísimo Truman Capote en uno de sus primeros relatos. En esencia, es un cuento navideño, porque se desarrolla en torno a la Nochebuena, pero la época y las aspiraciones de sus personajes no distan mucho de los de este siglo XXI inmerso en su propia gran depresión.

Su protagonista es un niño, de nombre Appleseed, pobre e inquieto, mitad huérfano, mitad desarraigado, que acude a diario a un bar con la esperanza de poder participar en una apuesta: adivinar cuánto dinero hay almacenado en una botella de cristal repleta de monedas. El pequeño acude a diario para observar el contenido de la botella de plata y contar cada centavo hasta asegurarse de la cifra exacta antes de hacer su propia apuesta. Así hasta que llega la fecha en la que el dueño del bar desvela la cantidad, que coincide dolar a dolar y centavo a centavo con la que vaticinó el niño.     

Ahora que el Ayuntamiento está a punto de cumplir con el pago de la deuda a sus proveedores me he acordado de la entrañable historia, como un lejano eco de la ansiedad diaria de todos esos empresarios -sobre todo, los pequeños y medianos- que durante años, otros durante meses, han ido a la calle Consistorio a reclamar el pago de sus facturas, a reclamar el contenido de su propia botella de plata, con sus cifras exactas, sin mayor consolación que la del “vuelva usted mañana”.

Desde 1993 figura en los archivos municipales una de ellas, la de Electrificación Jerez Sur SA, por un importe de 4.019 euros. No sé si el dinero lo dio por perdido, si el negocio se quedó en el camino o si llega a tiempo para la devolución trimestral del IVA, pero sí conozco a muchos otros, aquí en Jerez y en otras ciudades, que en su agenda semanal figuraba la visita al delegado de tal o la llamada al técnico de cual para reivindicar un “¿y de lo mío qué?”, sometidos a las largas cambiadas del “para la semana próxima esperamos un ingreso...” o al, en último término, más sincero “no tenemos ni para folios”.


Resulta inevitable, también comprensible, que en ese listado de acreedores figuren nombres de grandes empresas, cuyos dueños ni siquiera tienen por qué saber dónde está Jerez -muchos menos la calle Consistorio- mientras sepan donde tienen su propia botella de plata -a buen recaudo, eso seguro-, y que vayan a ser los principales beneficiarios de un dinero que tal como viene se irá, pero planes de ajuste, repercusiones e incertidumbre varias a un lado, me alegraré por los que esta semana, a lo sumo la siguiente, verán en su reflejo sobre la pantalla del cajero automático el mismo rostro de satisfacción que debió poner Appleseed el día que acertó la famosa apuesta.


La vida, en cualquier caso, sigue hecha de aspiraciones, y lo mismo da que la botella esté llena de monedas de plata que de pétalos de rosa, lo importante es que esté llena y que acertemos a apreciar su contenido. En el PP, por ejemplo, se han acostumbrado a tener una de cava siempre a mano, aunque a la última descorchada se le fuesen las burbujas del refrigerador a la mesa. En el PSOE, por su parte, siempre hay más de una a la vista. Cuestión de gustos. A Irene García, por ejemplo, le faltó la paciencia necesaria del niño del relato antes de hacer su apuesta y ha estado a poco de tener que repartir las ganancias, mientras que en Jerez van a terminar por partirse la botella en la cabeza con su peculiar sentido a la hora de entender eso que llaman la “presunción de inocencia” o la legitimidad para ostentar un sillón.


En mitad de toda la confrontación, un histórico, Francisco González Cabaña, que este lunes se despedirá de la Diputación de Cádiz para dedicarse de lleno -en realidad, para dejar paso- a su destino madrileño, desde el que mantiene el contacto semanalmente con sus afiladas crónicas parlamentarias a 140 caracteres por mensaje. Se merecía mejor despedida, algo que siempre ha sabido cuidar el partido y ahora descuidan las precipitaciones, más pendientes del futuro que del pasado, como si llegar hasta aquí hubiese sido cosa del azar, cuando hasta para apostar hay que tener en cuenta el factor de los elementos.

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