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El Hogar San Juan cumple un año ayudando a los necesitados

Da acogida a treinta personas para su reinserción en la sociedad, además de ofrecer duchas y ropa limpia a personas indigentes que cada mañana se acer

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Desde las nueve y media de la mañana, personas necesitadas se acercan al Hogar San Juan. Es la hora de las duchas, y los indigentes llegan cada día para asearse y recoger ropa limpia.
Pero antes han de pasar una entrevista con la trabajadora social que se encarga de evaluar su situación. En este encuentro, las personas exponen sus problemas y sus peticiones, que bien puede ser el tener acceso a las duchas o una acogida temporal.
Lo que se intenta desde el Hogar San Juan es lograr que las personas que se encuentran en situación de indigencia o de exclusión social vuelvan a reinsertarse en la sociedad. Por lo que a las personas que vienen pidiendo ayuda se les establece unos objetivos y, cada cierto tiempo, vuelven a tener una entrevista con la trabajadora social.
Este proceso suele ser lento, “a veces cuesta. Hay que conjugar la exigencia con la paciencia”, dice el hermano Juan Carlos. Quien apunta que a veces se encuentra resistencia por parte de las personas cuando se les pone esos objetivos.
Por desgracia, hay veces que se les tiene que denegar la ayuda a quienes vienen solicitándola. “Es difícil –comenta el hermano Juan Carlos–, pero cuando vemos que hay gente que no quiere cambiar, que quiere seguir viviendo en la calle y lo único que desea es recibir y recibir, llegados a un punto tenemos que decirle que no podemos darle más”.
Sin embargo son muchas las personas a las que ayudan y que, una vez pasada la entrevista, acuden a las duchas donde las voluntarias de ropero les dan ropa limpia y una muda para que puedan llevarse.
“Les damos de todo, hasta zapatos”, comenta una de las voluntarias, mientras clasifican toda la ropa que les llega en bolsas gracias a las donaciones de las personas.
“Te viene de todo en las bolsas, hay ropa que incluso tiene la etiqueta puesta”, comenta una de las voluntarias del ropero, quien explica que esa ropa la están guardando. “Queremos hacer un mercadillo con la ropa que está mejor, y así ayudar al hermano”.
Cada día se acercan alrededor de siete personas –más hombres que mujeres– al mostrador donde se les entrega la ropa limpia y los productos necesario para el aseo personal.
“Al hermano también le gustaría darles un café por las mañana tras las duchas, pero no tenemos recursos para eso”, dice una de las voluntarias.
No sólo las personas que vienen a las duchas son las que obtienen ropa. “También vienen a veces de las cárceles pidiendo ropa, y nosotras les damos lo que requieren, siempre bajo la supervisión y aprobación del hermano Juan Carlos, porque antes se metía todo el mundo”.
Uno de los hombres que residen en el Hogar San Juan se acerca para pedir ropa limpia. Y es que, además de las personas que cada día están de paso, en el hogar San Juan viven unas treinta personas que, por un motivo u otro, se han visto en la calle.
“Ahora mismo somos veintiocho personas, aunque normalmente somos unos treinta”, dice el hermano Juan Carlos, quien explica que en la casa hay tres grupos divididos.
En la planta baja se encuentra el grupo de acogida temporal, “los que están de paso”. Mientras que en la primera planta se encuentra, en dos zonas diferenciadas, los de rehabilitación y los de reinserción.
“Tienen que estar divididos porque la disciplina es muy importante, sobre todo en la etapa de rehabilitación, porque son personas que son alcohólicas o drogadictas, y no les conviene volver a estar en contacto con las personas del mundo del que vienen”, explica el hermano Juan Carlos.
Así, en la primera planta se encuentra el programa de rehabilitación. En esta zona han sido habilitados los dormitorios que constan de dos camas y un baño. “Esto estaba muy deteriorado y hemos tenido que hacer muchos arreglos, sobre todo en los baños. Pero, aún así, es un lujo”, dice el hermano Juan Carlos. Aunque afirma que no puede acoger a más gente porque habría que hacer muchas reformas y no cuentan con presupuesto suficiente.
Además, el Hogar San Juan sólo acoge a hombres. “Si acogiéramos a mujeres, tendríamos que habilitar una zona separada y contar con personal del que no disponemos”, dice el hermano, quien afirma que la situación de las mujeres indigentes es muy difícil ya que no disponen de ningún tipo de ayuda. “Las mujeres en este sentido, son más fuertes porque tienen que aguantar mucho más”.
Los hombres que ya se han rehabilitado pasan al grupo de reinserción. “Este grupo ya ha salido de la calle y se ha quitado de las drogas y ahora tienen que retomar amistades, volver a relacionarse con su familia, encontrar trabajo”, explica el hermano Juan Carlos, quien advierte que en esta fase es muy importante acompañarles, para que no se “derrumben” y vuelvan a su vida anterior.
Normalmente este grupo de personas que se quedan en el Hogar San Juan vienen derivados de otros sitios como pueden ser algunas parroquias o Cáritas. Otros han sido acogidos sabiendo de su situación cuando han venido a pedir ropa y a ducharse. “No sólo se trata de dar ropa”, explica el hermano, “sino que también se trata de convivir y de que se sientan acogidos y valorados”.
El hermano explica que ahora llegan al hogar muchos hombres de mediana edad, parados que cobraban la ayuda del estado y que estaban acostumbrados a un consumo habitual de alcohol, pero que ahora, sin la ayuda, no tienen nada, y sus familias los están echando a la calle.
Pero a pesar de la falta de recursos, el hermano Juan Carlos hace una gran labor con estos hombres. “Hay que darles mucha disciplina de orden y limpieza y suele haber resistencia al principio, pero yo siempre le hablo del esfuerzo que hacen las personas que nos ayudan para que ellos puedan salir adelante y les hago ser conscientes de la suerte que tienen”.
El lunes pasado, uno de los hombres que estaba en el Hogar San Juan logró terminar todo el proceso y pudo irse a un piso que había alquilado. Ahora tiene un trabajo y puede llevarse con él a su hijo, que llevaba un tiempo viviendo en casa de una hermana de él.
Además de la acogida y del apoyo psicológico, en el Hogar San Juan también tienen talleres donde se les enseña informática o manualidades. Además un profesor les da clases de recuperación escolar.

falta de recursos
Ha pasado casi un año desde que Hogar San Juan se instalara en la calle Domeq, el 4 de abril de 2010. Y poco a poco, aquel edificio abandonado donde antes estuviera la residencia de ancianos de las Hermanitas de los Pobres se va convirtiendo en lo que su propio nombre indica, un hogar. “Estamos empezando, dice el hermano Juan Carlos. “Primero hay que lanzarse y luego se van organizando las cosas”.
Y mucho hay que organizar todavía, pues quedan arreglos por hacer y los recursos son limitados. El hermano Juan Carlos habla de la falta de calefacción para ese edificio tan grande. “Este año hemos sobrevivido, ya veremos como pasamos el año que viene”.
A pesar de la falta de recursos, el hermano Juan Carlos puede hacer su labor gracias a las donaciones de las personas altruistas que aportan lo necesario ropa, comida, muebles, donativos o incluso su trabajo, como lo hacen los 45 voluntarios que ayudan en el Hogar San Juan.
“Yo soy ama de casa y vengo aquí todos los días a ayudar al hermano y a cocinar”, comenta una de las voluntarias de la cocina.
Cada día, tres voluntarias cocinan para las treinta personas que vienen en el Hogar San Juan. Aunque aquí la dificultad no radica en cocinar para muchos, sino en lo que se puede cocinar. “Aquí no podemos planear el menú de una semana, sino que tenemos que pensar de un día para otro”.
Y es que todo lo que cocinen depende de las donaciones que haga la gente. Las hermandades, Mercajerez, algunos supermercados y donaciones particulares son algunos de los que traen comida al Hogar. “Mucha gente viene con su bolsita, sobre todo verdura, toda muy buena”, dice la voluntaria.
“Nosotras cocinamos como si fuera para nuestra propia casa”, dice una de las cocineras, quien bromea diciendo “ahora es como si tuviera treinta hijos”. Uno de los muchachos que viven en la casa y que ayuda en la cocina, se acerca y comenta “y ella es mi seguda madre”.
Cuenta que él lleva tres meses en la casa. “Ya estoy en la última fase, y el sábado que viene puedo salir e ir a casa de mi madre a comer”. Esta es su primera salida solo, pues mientras se encuentran en rehabilitación sólo pueden salir de la casa en las excursiones que les preparan o para visitar al médico, siempre acompañados por uno de los voluntarios.
Está muy agradecido y cuenta que ha tenido mucha suerte “a mí me han ayudado mucho”. Ahora quiere entrar la universidad y estudiar derecho.
Gracias a la labor del hermano Juan Carlos y a la colaboración de la gente que ayuda de manera altruista, personas como él pueden volver a tener una segunda oportunidad.

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