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Sin muletas

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 Cuando la pasada semana les hacía partícipes de mis convicciones y lo que, a mi juicio, era deseable que ocurriera el próximo 22 de mayo, omití una conversación que había tenido cuando el texto ya estaba finalizado. La verdad es que fueron dos, pero una de ellas me he comprometido a no desvelarla antes de que los hechos sucedan, si es que suceden.

La otra, alrededor de una taza de café, fue una de esas conversaciones entre viejos compañeros. Me comentaba mi interlocutor, en tono socarrón, que aunque tenía claro que yo ya tenía el camino marcado, era peligroso desde un punto de vista político que en estos delicados momentos que estamos atravesando alguien tuviera en sus manos todo el poder. Lo hacía, lógicamente, desde el legítimo interés que su opción personal defiende. Yo trataba de convencerlo, creo que inútilmente, de que la firmeza de mis convicciones no me apartaba de escuchar y valorar argumentos en sentido contrario y de que ninguna opinión es inmutable. Es cierto que yo tengo la mía y es firme, en eso tiene razón, pero no es menos cierto que ni es la primera vez que me equivoco en política ni, probablemente de hacerlo de nuevo en esta, que no creo, haya de ser la última.
En cualquier caso, y con la alegría de un buen rato recordando viejos tiempos, en algo tiene razón. Yo tengo las cosas muy claras. Y además de tenerlas, lo pongo de manifiesto que es, al parecer, lo que a algunos les molesta, desde esta privilegiada ventana con vistas al Mediterráneo. Ventana, por cierto, cedida amablemente desde hace ya más de cinco años, ventana de travesías del desierto, de viernes a contrapié, ventana de última hora, Navidades y vacaciones en la distancia, de dejar todo para cumplir el compromiso semanal. Ventana, por cierto, deseada y deseable cada cuatro años por estas fechas por quienes se acuerdan de Santa Bárbara al escuchar el tronar. Y con esta amplia ventaja de la garantizada audiencia me permito, una semana más, reiterarme en lo dicho. Y cada vez con más convicción. He tenido la oportunidad, lo verán algunas páginas más adelante, de hacer mis pinitos en el mundo periodístico en un género tan complejo como la entrevista. Y, aunque no lo crean, sin ninguna preparación. Un desafío del editor, una llamada telefónica al entrevistado y un aquí te pillo, aquí te mato y que salga lo que tenga que salir. A mi me sirvió, además de como experiencia, para corroborar las impresiones que tenía del líder popular. Tiene las ideas muy claras y la ciudad, la que el quiere, en su cabeza. Tiene, ya era hora que alguien hablara de ideas concretas, su modelo de ciudad. El suyo, si. Pero lo tiene.
Hasta ahora,en los últimos años, hemos ido a salto de mata, galopando sobre un caballo desbocado sin norte, horizonte, ni convicción. De resultas de ello hemos, han, dilapidado cientos, digo bien, cientos de millones de euros, sin que, si ustedes lo analizan con la mínima seriedad, sean capaces de recordar alguna actuación vital para el futuro de la ciudad. Algo que sirva de referente, que las próximas generaciones puedan recordar quién fue el responsable de su realización. Nada, no le den vueltas, ni una sola. No tengo la menor intención de aburrirles con la relación de promesas incumplidas de las dos últimas campañas electorales por parte de quienes nos han terminado por gobernar. Sólo con las emblemáticas, con los grandes proyectos, sería capaz de llenar estas columnas. ¿Ya alguien pretende que tenga la menor duda al respecto de nuestro futuro?
Miren, allá por el año 82, yo trabajaba y vivía en Alicante. Fui uno de los abducidos por aquel ciclón que fue el partido socialista de González y Guerra. Admiraba a Suárez, hoy lo admiro más, valoraba su trabajo en la transición y su honestidad y honradez. Pero entendía que mi país necesitaba un giro radical. Y fui de los que celebraron con alegría y seguramente hasta altas horas el necesario cambio. Nada me gustaría más, casi treinta años después, que volver a celebrar otro. Para ello hay que comenzar a cambiar lo más cercano. Nuestro pueblo. Para ello, lo siento primo, es imprescindible un equipo fuerte, mayoritario y sin muletas. De verdad.

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