Desaparecer

Publicado: 12/04/2023
Autor

Remedios Jiménez

Licenciada en Historia, docente y verso suelto

Atando Cabos

Una mirada sobre lo que nos pasa día a día, bajo los titulares de la incesante actualidad

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No hay descanso para la familia de Marta del Castillo, ni para las madres de la Plaza de Mayo, ni para los descendientes de represaliados en la guerra civil
Hace unos años, algunos se iban a por tabaco, mientras tanto a sus hijos los criaba la madre con muchas dificultades. Raramente volvían a aparecer, ni pronto ni tarde.

Desaparecerse era una costumbre extendida cuando no se quería seguir haciéndose cargo de las responsabilidades contraídas.

Recuerdo en mi infancia a Paco Lobatón buscando a gente y encontrando a quien no quería ser encontrado. Tendría que ser chocante recibir por respuesta: ¿Y a usted quién le manda buscarme? Y es que todos ocultamos fragmentos pero hay quien tiene en secreto una vida entera a la que ha echado el cerrojo.

Estas existencias me parecen curiosas porque gran parte de lo  que somos son los secretos que tenemos, las mentiras que contamos. Esas que nos hacen no poder volver a casa nunca, no sólo físicamente porque estar en casa es también no sentirse solo y toda esa construcción paralela produce un profundo aislamiento.

Sé quién soy por lo que me contaron que era los que me rodeaban, así construí mi identidad. Quién vive dos vidas sucesivas o  paralelas es como una moneda, una unidad con dos caras. A veces esta dualidad no se descubre nunca y otros casos acaban adquiriendo notoriedad.

He conocido a un señor que llevó dos familias a la vez toda su vida, cuando se hizo mayor y dependiente estuvo obligado a no ver a la segunda, porque la legítima por fin se lo había apropiado por completo. Eso le causaba una profunda pena que su primera familia consideraba justa por lo que les había hecho sufrir al sentir que no eran suficiente para su padre y marido.

En el caso de los abandonados el trauma es mayor porque han vivido sintiendo que no eran nada para quien los dejó atrás, sus vidas quedaron marcadas por ese acontecimiento.

Luego están las grandes tragedias, las de los desaparecidos por voluntad ajena, esos dejan a los suyos viviendo siempre el mismo día mientras que vivos o muertos regresen a casa. No hay descanso para la familia de Marta del Castillo, ni para las madres de la Plaza de Mayo, tampoco para los descendientes de los represaliados por la guerra civil.

Y por último los que desaparecieron sin que nadie reparara en que no estaban. Su suerte no le interesó a nadie o porque fue su propia familia quien los desapareció o porque carecen de ella.

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