Este invierno no tiene ganas de frío, aunque parece que, desde ayer, la estación más desapacible nos ha regalado temperaturas acordes a su fama. Que el cambio climático ha venido para quedarse en Málaga es una verdad tan absoluta que parece difícil discutirlo. Es algo que afecta a toda la costa andaluza, pero aquí sus estragos van a sentirse con especial virulencia, como ya ha vaticinado nuestro profesor preferido, Enrique Salvo Tierra, en todas las tribunas que le dan voz. La gente sabia es la que tiene que hablar ahora. Y a él lo estamos escuchando, aunque tal vez tengamos que desterrar esa ansiedad ecológica que muchos jóvenes están sufriendo estos días y cambiarla por una reflexión seria y analítica acerca de lo que está por venir. Lo cierto es que, pese al frío de estos días grises, tenemos por delante una precampaña electoral que, de cara a las municipales, se presenta muy larga y, tal vez, desapacible. Ahora centra la polémica el tema de los planes de vivienda. El equipo de gobierno quiere construir 9.000 viviendas públicas de compra y alquiler, mientras que la oposición lo considera insuficiente, si se tiene en cuenta que la lista de espera para acceder a una VPO es de en torno a 20.000 personas (fluctúa continuamente). Este es el primero de los grandes temas que, abriendo un debate ciudadano necesario, llega al ágora pública antes de las municipales. Algunas fuentes aseguran que la temperatura comenzará a subir en febrero, cuando las encuestas, tal vez, son más certeras y captan mejor las intenciones de los malagueños de cara a las urnas. De momento, nos solazamos con el magnífico cartel de Semana Santa que ha pergeñado Pablo Cortés del Pueblo, haciendo un guiño entrañable a los grandes carteles de los años veinte, cuando Málaga aún tenía en el recuerdo las promociones turísticas como ciudad de invierno y como urbe creadora que había alumbrado aquellas suntuosas procesiones gracias a su recién nacida entonces, y hoy centenaria, Agrupación de Cofradías. Enseguida, llega Fitur, y luego estaremos en tiempo de Carnaval, tal vez el periodo que más se parece a la campaña electoral. A buen seguro, las comparsas y murgas, haciendo gala de ese periodismo cantado que se sube a las tablas del Cervantes cada febrero, sabrán despachar buena parte de esos asuntos que presiden hoy el debate público. Tal vez alguno de los cuplés hable del cambio climático, cuyos potenciales efectos devastadores en esta ciudad y su litoral son tan importantes que sorprende que ningún partido lo haya metido en agenda. Que empiece la precampaña.