Joaquín Caparrós, la temporada 1997-98, en la que ascendió como entrenador al Recreativo de Huelva a Segunda División A, repitió que el equipo jugaba “al patadón”. Eran balones de la defensa a la delantera, que en numerosas ocasiones aprovechaba finalmente para marcar ‘Kid’ Cuyami, un punta rápido y con excelente capacidad de desmarque, autor del gol decisivo en el viejo Colombino al Español B que propició aquel inolvidable ascenso. Caparrós, que hubiera sido un excelente seleccionador nacional, empleó después en sus equipos, sobre todo en el Athletic Club, otras tácticas, siempre tuvo un plan en la reserva, porque insistía en que el fútbol depende de la calidad del jugador. “La clase lo condiciona todo”, decía.
En el ideario futbolístico de Luis Enrique, actual seleccionador, habita la obsesión por el juego combinativo, de toque, de posesión, no como idea, ni siquiera como creencia -“las ideas se tienen y en las creencias se está”, sostenía Ortega-, sino como fundamentalismo. El periodista Ladislao J. Moñino, en una de sus recientes crónicas mundialistas en ‘El País’, recordaba, en referencia al empecinamiento táctico de Luis Enrique, una frase de Gregorio Marañón: “Es más fácil morir por una idea, y aún añadiría que menos heroico, que tratar de comprender las ideas de los demás”. La Selección Española -no se había disputado aún el partido contra Marruecos cuando entrego este artículo- ha sido víctima varias veces, tanto con Del Bosque como con Luis Enrique, nunca con Luis Aragonés, de su manual futbolístico, que consiste esencialmente en la negación de la patada larga, en la obligación de los centrales de salir con el balón jugado, y en sumar al portero como un jugador más. Ante Japón, el pasado jueves, en los inquietantes minutos finales, se echó en falta el bombeo de balones al área rival, ese juego rudimentario y primitivo, pero a veces eficaz, el fútbol callejero de toda la vida cuando un partido se torna en angustioso y dramático, aunque España no disponga de un ‘panzer’ como el inglés Harry Kane. Japón ganó a esta España sin plan B con un juego defensivo y de contraataques velocísimos, de pases largos, en cierta medida parecido al del Atlético de Madrid de la época de las dos finales de Champions de 2014 y 2016.
Luis Rubiales ha dado a entender que Luis Enrique no continuará como seleccionador después del Mundial de Qatar. Se habla de que el técnico entrenará al Atlético. Hay en Luis Enrique un antimadridismo latente, aunque jamás confesado, que puede hacer atractiva su figura a la hinchada colchonera al frente del equipo rojiblanco.