El mundo de los videojuegos sigue empeñado (menos mal) en recordar como se merece la figura del mangaka Akira Toriyama, fallecido el pasado mes de marzo.
Y es que, mientras seguimos esperando la ansiada de llegada de Dragon Ball Sparking! Zero, podemos seguir disfrutando de la obra de Toriyama gracias a Sand Land.
El manga lanzado durante el año 2000 ha encontrado su mejor momento y en diferentes versiones: serie, película y, por supuesto, videojuego. Un videojuego RPG con un mundo abierto en el que nos ponemos en la piel de un demonio
pequeñito pero matón.
Una historia de sequía y unión entre humanos y demonios
Sand Land nos lleva a un mundo totalmente devastado y postapocalíptico en el que la sequía marca el camino de nuestras misiones. Tanto, que el agua se ha convertido en un producto de lujo al que muy pocos pueden tener acceso.
De hecho, será el líquido elemento en el que entreguemos para que nuestros amigos puedan seguir con vida. Además, también será el encargado de recuperar nuestras barras de energía y de vida cuando vayamos encontrando a los enemigos.
La situación es tan complicada que Toriyama consigue algo prácticamente imposible de ver en la sociedad actual: la unión de dos sociedades totalmente distintas para pelear por un bien común llamado “agua”.
Y es que pronto veremos cómo Beelzebub, ese pequeño demonio al que manejamos, recibe la solicitud de ayuda por parte del Sheriff Rao para encontrar el manantial legendario y conseguir que todos tengan acceso libre al agua.
Los cuatro fantásticos
Tras recibir la aprobación de su padre Dabra, Beelzebub y el Sheriff Rao reclutan a Thief, un auténtico sabio, y a Ann, la mecánica que nos ayudará a reparar todos los problemas que vayan sufriendo nuestros vehículos, elementos fundamentales en la aventura.
Estos tres personajes son los que acompañan a Beelzebub en la misión principal. Y a todos ellos, incluido evidentemente el protagonista, deberemos ir mejorándolos a través de sus particulares árboles de habilidades.
Eso sí, será Beelzebub quien lidere prácticamente el 100% del videojuego. Y como buen videojuego de mundo abierto, las misiones secundarias tienen su parte de relevancia.
Según vayamos avanzando en nuestro camino, iremos encontrándonos con personajes que necesitan de nuestra ayuda tanto para sobrevivir de los ataques de dinosaurios o de diferentes tipos de bestias como para recuperar materiales o agua.
La atracción del mundo abierto y los combates
La masificación de los mundos abiertos hace que cada vez sea más difícil encontrar un atractivo en un videojuego nuevo. También se enfrentan a esta dificultad los diseñadores y creadores, algo que termina afectando a la industria y Sand Land no se iba a quedar atrás.
Por muchos estímulos que podamos ir descubriendo según avancemos metros, los kilómetros y kilómetros de desierto nos dejan con la miel en los labios ya que no podemos disfrutarlo como nos gustaría.
Aunque el mapa pueda llegar a ser gigantesco, el desierto se acaba convirtiendo en un paisaje maravilloso pero con poco o nada por explorar más allá de las misiones tanto principales como secundarias.
La sensación de tocar techo se repite con el sistema de combate. Las habilidades y la rapidez de Beelzebub son un auténtico aire fresco: por tierra, por aire, con golpes especiales… Pero chocan por completo con la inteligencia de la IA. O mejor dicho, con la ausencia de la misma.
Por muy rápido que sea nuestro querido Beelzebub, ver a nuestros rivales golpear al aire como si fueran Michael Jordan bateando en Space Jam al grito de “no abaniques, no abaniques” le resta tensión a las batallas.
Un homenaje perfecto a Toriyama
Pero estos detalles no quitan ni un ápice de calidad a la historia de Sand Land, que es un auténtico homenaje al mangaka Akira Toriyama.
Los diseños y los dibujos de todos los protagonistas son calcados a los de Toriyama y su anime. Así, se recrea fielmente la obra maestra (una más) de Toriyama que nos permite viajar a un mundo nuevo y diferente a través de nuestro mando con Sand Land.