La expresión nos deja en el aire numerosas incógnitas y es que la palabra consorcio en sí sola nos aclara que es una asociación de personas o empresas para participar en negocios importantes. Las cosas así y aplicando la palabra consorcio a ese servicio-consorcio de transportes -concretamente el que da servicio a la costa de Huelva- nos deja en el aire muchas incógnitas, sobre todo en lo que se refiere a horarios. Sí, porque ahora que ya tenemos el verano encima resulta que tratan de deslumbrarnos con horarios más frecuentes y, sobre todo, ese sería el ideal o la planificación más adecuada, con unos servicios -repito e insisto- algo así como más realistas partiendo de la base que dar ese servicio a municipios costeros sobre todo entraña un panorama realista y ajustado -así como suena- a las necesidades reales de personas que o no disponen de vehículo propio o, si lo tienen, y así hacen un servicio a la naturaleza, prefieren los transportes colectivos. Pero ahí tenemos el primer pero, resulta que el trato hacia esos núcleos de población y/o a poblaciones en otro caso que multiplican sus habitantes es bastante desigual y yo diría que discriminatorio…
Las cosas así -¡vaya la que nos espera¡- voy a plantear dos ejemplos bastante diferenciados, como son los casos de Punta Umbría -la estrella de lo que tanto trabajo nos cuesta denominar Costa de la Luz- y ese milagro surgido de la Expo del 92 para acá, como es Islantilla, una mancomunidad intermunicipal que siempre suele ofrecernos novedades y/o mejoras a favor de sus fieles usuarios. El milagro lo comparten los municipios de Lepe e Isla Cristina, allí donde las relaciones con los usuarios rayan en la exquisitez. No así -y ahí voy al grano- en lo que se refiere al transporte de viajeros, allí donde Punta Umbría tiene horarios al menos favorablemente aceptados por el usuario, que suele cambiar su residencia en la capital a ese otro lugar también singular, con una frecuencia que no sé que criterio habrán aplicado desde el consorcio para alcanzar -repito- una frecuencia altamente aceptable mientras no surjan voces que afirmen lo contrario. Sí, es ahí donde pudieron poner el parche al grano, situándonos en La Antilla e Islantilla, con unos servicios que agobian a cualquiera y producen trastornos y multitud de sinsabores a los usuarios que deciden cambiar de residencia.
El caso de Lepe e Islantilla hace que miremos con contrariedad los excelentes servicios que, sobre todo Islantilla, suele ofrecernos. Yo estoy seguro deque si el consorcio de la costa fuese oído y sus dirigentes fuesen conscientes de los trastornos que originan tanta cicatería en los horarios del transporte, la frecuencia entre servicios sería otro cantar. Bueno, y al final de todo, resulta que todo esto parece ser el fruto de un monopolio que nació en Huelva de un empresario algo más que emprendedor y que llegó a esta tierra procedente de Portugal. Sí, y permítanme me exprese con la verdad y la sinceridad como baluartes de la verdad y de la razón, con Arturo López-Damas Cárdigos otro gallo cantaría. La única mejora visualmente tangible son las dos paradas construidas en la avenida de acceso a La Antilla y que, por otro lado, solo sirven para recoger la contrariedad de tanto y tanto usuario que, para veranear, e incluso para trabajar -así como suena- en La Antilla son el altavoz de una situación que puede decirse empeora con los años ante el creciente aumento de residentes temporales y que tienen que desplazarse al amparo de ese enigmático Consorcio de Transportes de la Costa, algo que no funciona, a lo mejor porque el usuario no esgrime sus derechos y quien presta el servicio no acierta o no sabe atender en tiempo y forma las necesidades de estos dos núcleos de población, afortunadamente diferenciados, como La Antilla e Islantilla.
¡Ah! y partiendo de la base de que, como lamenta el usuario, son servicios y horarios condicionados a las necesidades de los puntos de origen, como son Huelva y Ayamonte. Algo, por otra parte, más bien propio de un monopolio al que ni siquiera tiene acceso el viejo tren que unía la frontera con la capital. A estas alturas algo que irrita y que nos hace esgrimir algo más que molestias, malestar, discriminación y excepticismo, cuando somos tan ingenuos que ni siquiera, a otro niveles, sabemos reivindicar y/o protestar por el tan ¿anhelado? AVE. (La verdad: me gustaría ver cómo funciona la empresa Damas y su grupo, por ejemplo en Matalascañas, allí donde están más cerca de los poderes de decisión. El tiempo nos traerá respuestas, ¡no lo duden!)