Resultó evocador escuchar el pasado jueves en la Tertulia de Sabios-a de Acento Andaluz en 7 Tv Andalucía a dirigentes que los han sido todo en sus respectivas formaciones políticas hablar del romanticismo y la hermandad que había en las campañas electorales de antaño. Antonio Rodrigo Torrijos, del Partido Comunista e Izquierda Unida, recuerda su primera campaña electoral montado en su coche cargado con megafonía, un atril y cartelería. Llegaba al pueblo en cuestión, daba vueltas anunciando un mitin suyo unas horas más tarde y luego montar el atril y dirigirse a los vecinos que asistían al acto electoral que él anunció, montó y protagonizó. Eso era política vocacional.
También Juan Ojeda, otrora secretario general del PP andaluz con Javier Arenas de súper presidente, recordó el buen rollo entre los diferentes candidatos: “Recuerdo en una campaña que los tres números uno por la provincia de Córdoba, Luis Planas por el PSOE, Rosa Aguilar por IU y yo por el PP, íbamos juntos a la mayoría de actos de campaña. Compartíamos transporte para ir a los debates o entrevistas, incluso a mítines que teníamos cerca”
Esos episodios bucólicos de la política del pasado adquieren tintes casi quiméricos tras haber sufrido la sucia campaña electoral de las últimas semanas. Primero porque se ha intentado hurtar el debate local con asuntos nacionales que nunca debieron tener protagonismo al plantear el PP como un plebiscito sobre Pedro Sánchez esta cita de las urnas y caer inmediatamente en la trampa el presidente del Gobierno al anunciar mitin tras mitin promesas electorales que ahora no tocaban.
Luego llegó el escándalo de las compras y ventas del voto por correo que si la campaña dura una semana más salpica a media España. Los incumplimientos ante la Junta Electoral con el uso partidista de las instituciones, las denuncias cruzadas sobre irregularidades en administraciones públicas gobernadas por el bipartidismo y la bazofia que circula en redes sociales a favor o en contra de uno y otro partido, con océanos de fakes incompatibles con un mínimo rigor periodístico.
En definitiva, proceso electoral nada gratificante que, lo mejor, es que concluyó con el voto ayer de los ciudadanos que han elegido a sus alcaldes y munícipes para los próximos cuatro años. Al menos, esperemos, por favor, que las tornas cambien para las elecciones generales, pero lamentablemente me temo lo peor de aquí a finales de año cuando Pedro Sánchez convoque oficialmente unos comicios que muchos han estado empeñados en adelantar a toda costa sin reparar en el daño que le han procurado a la autonomía local.
