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Patio de monipodio

Andaluces cainitas

No son tantos. Sin “a”, algunos más, que en todas partes cuecen habas. Y no son andaluces, o no merecen serlo. Ser totalitario y ególatra va contra el espíritu

Publicado: 08/06/2020 ·
22:12
· Actualizado: 08/06/2020 · 22:12
Autor

Rafael Sanmartín

Rafael Sanmartín es periodista y escritor. Estudios de periodismo, filosofía, historia y márketing. Trabajos en prensa, radio y TV

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Con su amplia experiencia como periodista, escritor y conferenciante, el autor expone sus puntos de vista de la actualidad

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No son tantos. Sin “a”, algunos más, que en todas partes cuecen habas. Y no son andaluces, o no merecen serlo. Ser totalitario y ególatra va contra el espíritu de Andalucía. Todavía no lo han comprendido después de tantos años de existencia. Totalitarios reconocidos, presuntuosos poseedores de la única verdad. Lo tienen todo. Todo lo que Andalucía no produce. Pero se ve que el espíritu de lo godo está bien asentado en todos los rincones del antiguo y efímero “reino de Toletum”, traído desde Tolosa en muy lento e infructuoso caminar. Igual sus redivivos imperiales del siglo XXI. No se puede ser nacionalista y mantener el “espíritu” godo. Nunca estuvieron muy centrados, pero veintiocho años traen muchos cambios. Se debe cambiar para mejorar,  pero no es el caso.


Aún conservan el orgullo de sus 44.000 votos, como si 44.000 votos les hubieran dado la confianza de los andaluces, en vez de la espalda, con esa cifra y sus sucesivas rebajas. Se confunden. Se confunden al culpar a la “falta de conciencia andalucista”, igual que todos cuantos se quejan de ella sin hacer nada por elevarla. Y algunos, peor, como los que llevan la palabra “Nación” en su nombre, sin ser más que revisionistas en intento de ocupar el espacio del nacionalismo. Porque el desgraciadamente extinto PSA-PA, al menos creyó -equivocado, sí- que todos el andalucismo tenía cabida en su seno. Como si pudieran convivir el acendrado capitalismo de quienes lo defienden sin tener un duro y quienes al contrario, defienden los derechos de los más desfavorecidos. Al menos quisieron ser integradores, que es a lo que vamos. Estos, no. Estos iluminados sin luz disfrutan con la creación de conflicto, la disgregación, el enfrentamiento artificioso con otros que sí son andalucistas y pelean todos los días por Andalucía.


No saben, no les interesa saber que al primer independentista organizado de la Era Moderna, Pascual de Guzmán, Duque de Medina Sidonia, lo dejaron solo aquellos vascos que se sentaban bajo el árbol de Guernika para reconocer como su “único señor natural, a su Majestad, rey de Castilla y León”. Para ambos es mejor ignorar que los retos, los objetivos difíciles, las utopías se alcanzan unidos o no se alcanzan, prueba tangible de que ni buscan ni les preocupa lo más mínimo alcanzar un objetivo elevado. La independencia de Andalucía, por ejemplo. Es más, sin llegar a eso: el reconocimiento a la idiosincrasia, al derecho/los derechos del pueblo andaluz. A su historia, su cultura, su folklore, sus consecuciones. Su economía. No interesa a quien cada día pierde más y más apoyos y, en vez de dedicarse a sumar, hacen esfuerzos para dividir Para dividir a los andaluces, al pueblo que dicen defender. Está claro que su particular y artificial convicción de portar la única verdad verdadera, son los árboles -secos- que impiden ver un bosque verde. Y que sólo saben despotricar, despreciar, hablar mal de los demás como única solución para ocultar su inoperancia, de simular un nacionalismo que ni sienten ni practican. Habrán pensado que el desprecio a otros hará creer en una integridad, ni demostrada, ni posible, porque sólo se hunden en el fango y la suciedad de su propia acritud.

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