Lucas Romero, empresario afincado en Espartinas (Sevilla) pero nacido en Posadas (Córdoba), es uno de los 4.000 españoles que esperan en la capital de Perú, en Lima, que la embajada les haga un hueco en uno de los llamados “vuelos humanitarios” para volver a la localidad donde reside con su mujer e hijos. Pero el correo, como a otros compatriotas, sigue sin entrar en su bandeja de entrada y, aunque su situación es holgada, no es el caso de otros cercanos o de la propia población peruana, donde la falta de alimentos e ingresos empieza a hacer mella en las capas más pobres.
El confinamiento le pilló casi de sorpresa a Lucas Romero en Lima. Su relación con Perú viene de lejos, cuando en 2012, en plena crisis de la construcción, Lucas Romero se embarcó en la “aventura” de buscarse la vida en Lima. Arquitecto técnico y tras conocer a su actual esposa, ingeniera industrial y peruana, decidió asentarse en el país andino creando varias empresas de alquileres de equipos de construcción, que asegura son “un referente en Perú”. Esto le permitió volver a España hace dos años y, desde entonces, viaja a Lima cada dos meses, donde pasa entre y quince días.
Los asuntos laborales, además de la obligatoria renovación de residencia en Perú, le llevaron de nuevo a Lima el 9 de marzo, cuando todavía en España se permitían manifestaciones y cuando en Perú apenas hacía tres días se había detectado el primer caso. “Hay personas que no entendieron el porqué de mi viaje pero observando el timing de lo sucedido, no creo que nadie pudiera anticipar un cierre aéreo tan drástico en Perú ni que la situación se fuera a volver tan extrema”, relata.
La vuelta, la odisea que aún no ha acabado
La vuelta prevista para el 21 de marzo se convirtió en una odisea que todavía no ha acabado. “Cuando apenas llevo aquí 48 horas, el miércoles 11, indican que no dejarán entrar más vuelos de España (pero si podrán salir) y el viernes 13, se decreta el cierre total del espacio aéreo a partir del 16 de marzo, así como el confinamiento en casa y cierre de todas las empresas menos las que den servicios, quedándome sin margen de maniobra para regresar, no solo yo, sino miles de personas”, nos cuenta.
Por su situación económica, Lucas Romero puede seguir en el apartamento que alquila por días en Miraflores, una “zona buena y segura de Lima”, asegura, manteniendo contacto con amigos y familia política, aunque le angustia seguir lejos de su esposa y tres hijos, que viven en Espartinas. “Pero hay personas que sí lo están pasando francamente mal y pienso que el consulado no está a la altura en estos momentos tan complicados”.
En espera de que le asignen el "vuelo humanitario"
En su caso, consiguió contactar vía mail con el consulado, del que ha recibido dos correos solicitándole los datos y donde le explicaban que habían respondido cuatro mil correos electrónicos. “Entiendo que somos casi 4000 españoles los que estamos encerrados en Lima, ¿no?”, comenta, pero sólo se han fletado tres vuelos de los que denominan “humanitarios”, todos a través de Iberia. “En esos vuelos han viajado, según también información del Ministerio de Exteriores y de la propia embajada, unas 600 personas por lo que te puedes hacer una idea de la cantidad de gente que queda aún recluida por todo el Perú, porque, ojo, tampoco se puede viajar entre localidades aquí.
Desde el consulado dan preferencia a los que tenían billete con Iberia, en su caso era Air Europa, “y, si tienes la suerte de que te llamen, te toca pagar otro pasaje a extra (que cuesta unos 400 USD) ya que las otras compañías solo están devolviendo el dinero en modo de bono para gastar en pasajes futuros hasta diciembre de 2020.
Asegura que aunque lo lógico es que den prioridad a gente mayor, padres de familia, etc, “nos encontramos videos en twitter de mochileros de veinte pocos a los que se les ha embarcado en los primeros vuelos” y algunos hablan de “sus contactos en la embajada”, extremo que critica poniendo el ejemplo de una conocida de Madrid, de unos 60 años y con su marido enfermo en España, que sigue sin que la llamen para volver a España y que se está quedando sin recursos económicos.
“La sensación de que las embajadas (o al menos la de Lima) son retiros privilegiados para devolver favores prestados es generalizada entre la Colonia española en Perú”, apunta Lucas Romero, que cuestiona su ineficiencia y falta de resolución.
En su caso, la angustia está más por su esposa, que se encuentra sola en España con los dos hijos pequeños y, al ser peruana, “está sola en Espartinas y sin apoyo de nadie y se la hace muy cuesta arriba toda esta situación, siendo complicado el simple hecho de ir a comprar al supermercado ya que no se puede, en teoría, ir con los niños”.
La situación de Perú
La otra parte del relato es la propia situación de Perú, que asegura es un “poco engañosa”, con sólo 4.342 casos oficiales y que “no refleja la realidad del país”, al tener un sistema sanitario muy precario y que no llega a hacer las pruebas a todo el que es sospechoso, como uno de sus trabajadores, que siguen sin hacérsela tres semanas después. Asegura que se comienzan a ver “casos de gente que muere en la calle, y en distritos de clase A como San isidro, sin que nadie venga a ayudarles”, con imágenes muy similares a las de Ecuador.
El presidente de Perú, Marín Vizcarra, asegura que se las camas UCI se han incrementado de 100 a 500, una por cada 100.000 habitantes cuando en España tiene nueve. Aunque la inmovilización social se cumpla en zonas donde la renta per cápita es mayor, no es igual en los barrios más desfavorecidos. “Nos llegan imágenes que son desoladoras, ya que la gente sale a la calle porque no tiene de otra (a intentar ganar algo para tener que comer durante el día). La economía del Peru es informal en un 70% y la señora que vende su huevito de codorniz cocido en la esquina, el que te vende el jugo de naranja,… que normalmente son de clases sociales más vulnerables, están en una olla a presión que el cualquier momento va a estallar si el gobierno, como parece que hará, no da su brazo a torcer con la necesaria inmovilización obligatoria. La gente empieza a no tener para comer y eso es muy peligroso. Hay esfuerzos por hacer llegar comida, agua e incluso algo de dinero a la gente que está en esta situación vulnerable, pero es un hecho que no es suficiente para calmar los ánimos de personas que llevan un mes sin ingresos”, relata preocupado.