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Patio de monipodio

Recuerdos del presente

Entrar en el “juego” de la democracia para promover medios de encuesta convertidos en publicitarios para inducir el voto, no es nuevo

Publicado: 11/11/2019 ·
01:33
· Actualizado: 11/11/2019 · 01:33
Autor

Rafael Sanmartín

Rafael Sanmartín es periodista y escritor. Estudios de periodismo, filosofía, historia y márketing. Trabajos en prensa, radio y TV

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Con su amplia experiencia como periodista, escritor y conferenciante, el autor expone sus puntos de vista de la actualidad

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Primero vinieron por los judíos / Pero yo no soy judío. No tengo nada que temer…” Pocas personas deben quedar que no conozcan el poema de Martín Niëmoller dedicado a la indiferencia ante el avance del nazismo en Alemania (aunque muchos lo apliquen a Bertolt Brecht). La indiferencia es la misma hoy, después de ochenta y cuatro años ya, de unas elecciones adelantadas, aquel 6 de noviembre de 1932, en que un partido, sin mayoría parlamentaria, fuera aupado dos meses después por el último presidente de la República de Weimar, Franz Von Papen. Y que ese poder adquirido permitiera al partido “Nacional-Socialista” imponer un régimen de represión e intimidación, para inclinar a su favor el resultado de las elecciones legislativas de marzo de 1933, con todo lo que supuso de dictadura terrorista de la que la misma Alemania prefiere ni siquiera acordarse.


Las semejanzas también tienen claras diferencias. Por ejemplo, en ese interés de enterrar un pasado para evitar cualquier tentación de resucitar un tiempo que repugna a las personas con deseos de avanzar en la historia, de actuar con dignidad. Entrar en el “juego” de la democracia para promover medios de encuesta convertidos en publicitarios para la inducción del voto, no es nuevo. Entrar en ese juego para acabar con la democracia tampoco. Ya estaba inventado; los nazis con su propaganda goebbeliana solamente lo llevaron a sus últimas consecuencias. Últimas y dramáticas consecuencias. Niëmoller lo vio muy claro y lanzó su aviso al mundo: cuidado con las “pieles de cordero”. Cuidado con los populismos que ganan simpatías por plantarse contra el gobierno, pero sólo buscan volver a pasados del que debe huir todo Estado moderno, democrático, social -aunque no necesariamente socialista-. Los casos de esta ultraderecha tramontana, sin más mensaje que la falta de mensaje, y los partidos supuestamente nacidos al abrigo de ETA, son distintos. Ambos reprobables, igual de reprobables, pero distintos entre sí. Porque unos han buscado la separación de su zona, de su Comunidad -o al menos eso decían- por métodos inconstitucionales, antidemocráticos. Los otros buscan imponer un régimen dictatorial. La lamentable coincidencia está en que ambos lo intentan por métodos anticonstitucionales y antidemocráticos. Porque, sin ir más lejos, es inconstitucional negarse a reformar la Constitución con participación del pueblo, es decir, por referéndum democrático, pero, en cambio, ir introduciendo reformas sin contar con quien la aprobó el 6 de diciembre de 1978 y, por lo tanto, es quien está facultado para proceder a su reforma.


Más grave, por perentorio y urgente, es negar derechos a la gente: por ejemplo, a habitar una vivienda digna. A percibir un salario capaz de permitirle llegar a fin de mes, dignamente. A expresarse y a reclamar cualquier tipo de abuso, más si es cometido por la Administración o por alguno de sus agentes. El cansancio por los años de mal gobierno, de cesión de soberanía, de que el poder económico domine al político, no justifica apoyar a quienes se han sometido a él. Menos aún a quienes quieren llegar más lejos: a imponer nuevas “leyes fundamentales del reino”. 

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