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Cádiz

Solas e indefensas en las calles

La provincia de Cádiz registró en el primer semestre de este año un incremento de un 27,3% en las denuncias por violación respecto a 2018

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Andaluc�a Informaci�n
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  • Las mujeres sienten miedo al caminar solas por la noche de vuelta a casa. -
  • La violencia de género es un problema que afecta desde la adolescencia
  • Según el CGPJ, el número de agresores menores de 20 años se ha duplicado
  • La experta, Elena Callealta, incide en la importancia de la formación para prevenir

Acelera el paso mientras busca las llaves. Cierra su puño dejándolas sobresalir entre sus dedos. Ese callejón está demasiado oscuro y decide coger por un camino más largo pero libre de la penumbra. Se cambia de acera al vislumbrar a un grupo de chicos a lo lejos. Lleva el teléfono móvil a mano por si fuera necesario hacer una llamada urgente. Pisa un poco más rápido, ya casi ha llegado al portal. Respira cuando cierra la puerta a su espalda. Esta historia se repite cada vez que una mujer regresa sola a casa por la noche. Un miedo que está presente a todas las edades porque desafortunadamente nacemos con él. “Cuando voy sola por la calle me siento indefensa, porque me puede pasar cualquier cosa y no voy a saber cómo reaccionar. Voy atenta a todo, a cualquier ruido o cualquier persona que vea. Si veo a un grupo de chavales o a un hombre que me da mal rollo me voy a otra calle o me aparto. Me siento impotente”. Habla Natalia Pérez. Esta joven gaditana de 18 años piensa que la violencia de género en adolescentes “es algo muy común”, y confiesa haber “visto y sentido el control de una pareja”. 

Cuando voy sola me siento indefensa, porque me puede pasar cualquier cosa y no voy a saber cómo reaccionar”

“Yo he sido testigo de situaciones de violencia de género tanto por parte de mujer como de hombre. En el primer caso fue psicológica, y en la segunda fue verbal, psicológica y física”. Ana Astorga tiene 19 años y nos cuenta haber presenciado estos casos a los 17. Ella también siente miedo al volver a casa, “como todas”, dice. “El otro día quedé con mi grupo de amigos pero casualmente al final sólo podían venir los que viven en la zona opuesta a la mía de Cádiz. Finalmente decidí no salir ese día por no tener que volverme sola a casa tan tarde”.

La violencia de género —aunque haya quienes intenten negarla— es un problema que afecta desde la adolescencia. Según el Consejo General del Poder Judicial, el número de agresores menores de 20 años se ha duplicado. Los últimos datos recogidos por el INE, del año 2017, apuntan que 653 menores de 18 viven en España con protección policial. La cifra asciende a 3.327 en el rango de edad de los 20 a los 24. Acercándonos a Cádiz, la provincia registró en el primer semestre de este año un incremento de un 27,3% en las denuncias por violación respecto al mismo período de 2018.

Una parte primordial para combatir el problema es la prevención. Elena Callealta es experta en prevención de violencia de género y atención a las víctimas. Lleva quince años trabajando con niños y jóvenes en esta materia y aunque asegura que en este tiempo ha percibido cambios aún queda mucho camino por delante. “Se ha notado un cambio en el profesorado, ya que al menos una minoría sí que se forma en materia de género al menos por inquietud propia. Con respecto al alumnado, notas que hace 15 años los varones pensaban que esto no tenía que ver con ellos e incluso algunos se sentían atacados. Actualmente puede que uno de cada diez, aproximadamente, sepa qué es el feminismo y se sienta feminista”, nos cuenta. Callealta ha trabajado todo este tiempo en centros gaditanos y señala que habitualmente “al terminar el taller siempre hay una o dos chicas que se acercan para hablar y se reconocen como víctimas. Además hay otras que, aunque no se acerquen, se ha visto durante el ejercicio sólo con su lenguaje corporal cómo se han sentido identificadas con el problema. Por lo tanto, en cada clase hay entre dos y cuatro chicas que sufren algún tipo de violencia machista”.

Hace dos décadas este tema ‘no existía’. Es decir, no estaba presente como en la actualidad, no había un movimiento tan visibilizado. Sin embargo, a pesar de haberlo puesto en el aire y de ver cómo los jóvenes entran a formar parte de él, sigue siendo un lastre para las nuevas generaciones. “El escollo está en las relaciones afectivo-sexuales. Nos seguimos tragando el ‘mito del amor romántico’, es una piedra en el zapato para las mujeres”, señala Callealta.

La experta considera que debería existir una asignatura dentro del currículo escolar para esto, “donde enseñemos cómo relacionarnos, qué se puede permitir y qué no”. Las chicas, al ser preguntadas sobre esta idea, opinan de la misma forma. “Claro que debería estar en los centros, sobre todo para empezar a educar desde pequeños, porque por mucho que queramos cambiar el pensamiento y luchar contra el machismo de la sociedad si no tiene apoyo desde todos los ámbitos no va a ser posible el cambio”, comenta Natalia. 

Otro de los temas alarmantes en esta materia es la aparición de los móviles y las redes sociales y el acceso a edades muy tempranas a ellas. Hay niños y niñas de 10 años que ya tienen un dispositivo con acceso a internet y sin restricciones o perfiles en redes sociales con acceso a contenido poco apropiado. “Encontramos en redes fotos de niñas adoptando posturas, actitudes, con maquillaje y ropa de un referente sexualizado que no le corresponde”, señala Callealta. He aquí el peligro, una vez más, de la no prevención en estos ámbitos a tiempo.

Otro de los usos de las nuevas tecnologías, según nos cuenta la experta, es el “chantaje” por parte de parejas adolescentes. “He tenido casos de chicas que han venido a contarme que sus novios las amenazan con enviar o publicar fotos suyas si no hacían lo que ellos querían”. Esta situación también ocurre por parte de ellas hacia ellos, también existen ‘controladoras’, según nos cuentan las chicas. Por lo que, una vez más, se pone en evidencia la gran importancia de trabajar desde la raíz, a través de la educación y la formación, para que los tallos del futuro crezcan sin violencia y, sobre todo, sin miedo.

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