Después de lo ocurrido en las elecciones andaluzas y en las generales había cundido cierto desconcierto sobre el comportamiento que podría adoptar el electorado en las municipales del 26M, como si nos hubieran cambiado el temario de unas oposiciones el día antes del examen. La mayoría de las lecturas y predicciones tomaban como punto de partida lo ocurrido el pasado 28 de abril; en especial, a la hora de interpretar el papel que podrían desempeñar tanto Ciudadanos como Vox en el reparto de escaños, así como su posterior influencia en la formación de gobiernos.
Frente a esa latente incertidumbre, los comicios locales han demostrado, definitivamente, ser los más fiables de cuantos se han celebrado hasta ahora, como si vivieran encapsulados y sometidos a una serie de reglas inviolables, ajenas al vaivén de la estratosfera política supramunicipal. En cada ciudad seguimos siendo troposfera, aunque nos dejemos influir por los destellos de algunas estrellas.
Y esas reglas siguen sujetas tanto al balance de la gestión de quien ha estado gobernando en los últimos cuatro años, como al del valor personal de cada candidato, a su carisma o rechazo, al del papel ejercido por quienes aspiran, desde la oposición, a tomar el relevo en los ayuntamientos, y, por supuesto, al de la existencia de una pulsión de cambio que el propio nivel de participación desechó desde primeras horas de la tarde del domingo. Es más, la única variable que hemos aceptado incluir con el paso del tiempo en un universo tan cerrado ha sido la de prescindir de las mayorías absolutas, que, salvo condicionantes extraordinarios, como ha ocurrido ahora en La Línea o Barbate, han reducido su peso en el balance final en favor de las alianzas y el diálogo entre las partes.
Cádiz, Jerez, Algeciras, San Fernando, Chiclana, El Puerto, Sanlúcar... en ninguna de las ciudades más pobladas de la provincia ha habido una fuerza que haya alcanzado la mayoría absoluta, aunque todas podrán formar gobiernos estables, ya sea mirando a derecha o a izquierda, e incluso desde su sostenible minoría. Y el duelo final, por supuesto, se ha decidido en la mayoría de municipios entre PSOE y PP, a excepción de ciudades como Cádiz, o las ya citadas Barbate y La Línea, en las que sus respectivos candidatos han estado muy por encima de las siglas o la marca, convertidos ellos mismos en la auténtica referencia electoral.
Tal vez el resultado haya sorprendido a muchos, pero la respuesta es más evidente de lo que parece. Tomemos como ejemplo lo ocurrido en Jerez. Ciudadanos se convirtió el 2 de diciembre en la fuerza más votada en la ciudad con unos 20.000 votos -en febrero de 2015 logró 12.000-. Y en las generales del 28 de abril quedó segunda, aunque subió hasta los 25.000 votos. Ante ese crecimiento exponencial no hubo reparos en hablar de sorpasso al PP en las municipales, pero lo cierto es que la formación naranja ha perdido más de la mitad de todos esos votos, a causa, como apunta el politólogo Juan Miguel Becerra, de que el candidato ha estado por debajo de las siglas -una situación que puede aplicarse igualmente a la mayoría de municipios en los que se ha presentado el partido de Albert Rivera-.
Algo similar ha ocurrido con Vox, a quien, por otro lado, todos miraban para justificar que el PP no haya ganado en las elecciones municipales en Jerez, cuando, en realidad, la clave no estaba ahí, sino en Jerezanos en Acción, que se ha nutrido de desencantados del PP y Ciudadanos, algo que ya se hizo previsible desde el momento en que se anunció la creación de este nuevo partido local que, pese a no haber alcanzado representación, sí ha obtenido unos más que decentes resultados.
El PSOE, que ha sido el más votado a nivel provincial, se ha beneficiado igualmente de la ola generada por Pedro Sánchez, dentro de su inesperada contribución a la causa socialista. Para algunos candidatos (y candidatas) ha sido, más que nada, una aparición, pero, sobre todo, oportuna.