Miércoles Santo. 17 horas. La puerta de Santiago el Real y del Refugio se abre y aparece la Cruz de Guía de la Hermandad del Prendimiento. Avanza poco a poco el cortejo, llega el Señor del Prendimiento y en los medios de la plaza, ante el desafortunadamente cerrado Boquerón de Plata, me encuentro cara a cara con Él y con un compañero y amigo desde hace muchísimos años como es Pepe Álvarez Marco, ahora profesor universitario en la Facultad de Ciencias de la Información.
Un rato de conversación, de recuerdos mientras que el Misterio se adentra en la calle La Sangre, y cuando estábamos ensimismados en anécdotas y actualidades a Pepe le llega como un reflejo que le hace cortar el diálogo porque “voy a ver el Señor por la calle donde nací”. Esa calle Moraito Chico, antes Barrera, donde nació el querido y admirado compañero, padre de una antigua y también muy querida compañera en esta empresa de Publicaciones del Sur, como es Marina Álvarez, y que le traía sentimientos de niñez, de juventud, de vestir la túnica blanca y el capirote rojo de su Hermandad de siempre, de la Hermandad de su barrio.
Era Miércoles Santo y Pepe se vino de Sevilla, donde reside, para estar puntual a la salida de su Hermandad, con su Señor del Prendimiento. Sentimientos, tradición, cultura, oración todo en un compendio de lo que es la Semana Santa, esa Semana que ya escribí en Viva Jerez que era como la vida misma. La vida que te lleva a la nostalgia de esos tiempos pasados que, en ocasiones, tanto echamos de menos como esas mantillas de Jueves y Viernes Santo que tanto escasean y que, a lo peor, debe llevarnos otra vez a esa Exaltación de la Mantilla que organizase en su momento la Hermandad de La Amargura e, incluso, eché en falta más trajes oscuros para dar solemnidad a esos días que cierran la Semana Mayor jerezana.
Las tradiciones no deben ni tienen que perderse, de la misma manera que no se pierden los recuerdos ni las raíces, las raíces de mi amigo Pepe Álvarez o las raíces de los cientos de jerezanos que cada Martes Santo retornan a la collación de San Mateo, tan olvidada pero tan presente cuando llega Semana Santa.