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Abren el centro animal sin acondicionar y sin cumplir con las medidas

La nave, en el Polígono de San José, colinda con una procesadora de alimentos y con varios establecimientos hosteleros

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  • Nuevo centro de protección animal. -
  • Con unos 40 animales ya en su interior y con las primeras quejas vecinales por el ruido, se estima que sean unos 140 los que habiten en el recinto
  • Por salubridad y por bienestar laboral y animal no reúne las mejores condiciones para su apertura
  • Sigue sin contentar tras el frustración de Las Viñas

Segundas partes nunca fueron buenas y menos cuando de lo que se pretende es hacer todo contrariamente a lo que marca la legalidad y el sentido común. Tres años después, el centro de protección animal sigue ofreciendo noticias y todas nefastas. El gasto generado en la construcción en Las Viñas con casi 200.000 euros y sin responsabilidad política y sin que nadie asuma el desaguisado creado.

Es complicado encontrar en este tiempo un asunto que reúna él solo un mayor despropósito y un derroche económico en fracasar con una idea tan mundana como crear acomodo y bienestar a los animales y cómo no, a los que colindan con estos. 

La historia se vuelve a repetir en su nueva versión. Tras el fiasco de Las Viñas -con viviendas a 15 metros- ahora se ha instalado en una nave que acogía a Urbaser en el Polígono Las Salinas de San José que colinda con una procesadora de alimentos y con varios establecimientos hosteleros. 

“La nave consta de unas dimensiones restringidas con lo cual para albergar la cantidad de animales (perros y gatos) que tiene ahora mismo el servicio, se incumplirían los requisitos mínimos de la ley de bienestar animal”. 

Así lo aseguran las asociaciones animalistas de Uprocanes, Gatos de El Puerto, La Mirada de Gaia y Dog Planet. Reiteran lo ya anunciado anteriormente sin que su opinión escuchada por los munícipes haya valido realmente para algo.

“La nave no tiene posibilidad de ampliaciones ya que tiene diversos establecimientos a su alrededor”.  Y que “manufacturan alimentos para el consumo humano, aumentando el posible riesgo de contagios, enfermedades y plagas (ratas, parásitos, cucarachas…), que puedan afectar a dichos alimentos”. 

“También hay una venta en las cercanías y el restaurante Aponiente”, indican estos.  Al igual que “los vecinos de las comunidades de vecinos próximas (El Tejar) escuchan ladridos continuos, incumpliendo la normativa de núcleo zoológico, sin tener concedido uno previo, ni contar con los requerimientos estructurales que son necesarios por la legislación vigente”. 

Este problema generará problemas en el bienestar de los propios animales.

“Los ladridos y maullidos afectarán tanto a dichos animales como a las personas que tengan que estar a cargo de los mismos y al ser una nave, la estructura de la misma producirá una reverberación de los mismos en su interior”, avisan. 
Según la legislación vigente “en esas dimensiones de la nave, los cheniles no podrán tener los tamaños mínimos establecidos según la normativa de bienestar animal”.

Estrés para los animales
Afirman que “tampoco podrán disponerse los cheniles en alas para en caso necesario de enfermedades infecto contagiosas u otras en las que se necesite efectuar un aislamiento o cierre temporal de algún ala, éste pueda realizarse”. 
Un sin fin de problemas, tal y como describen las asociaciones animalistas, que chocan frontalmente con el objetivo que pretende ser: protección animal. Un proyecto que debía encontrar su continuidad y tras años de polémica y de dinero gastado en vano, tiene ahora otro capítulo más que añadir.

De ser una promesa electoral a fracaso

El centro de protección animal, al igual que la playa canina, fueron motivo de promesas electorales por parte de Izquierda Unida que sirvieron para recoger las necesidades de los animalistas que veían así acoger sus demandas en favor de un mejor bienestar para sus animales. El tiempo ha demostrado que la gestión política y económica ha sido todo un auténtico fiasco y fracaso con todas sus letras. Si bien la playa, o espacio, no ha costado aún ni un euro, no es menos cierto que los 180.000 euros de dinero público tirados a la basura con la construcción de un centro en una zona no habilitada como es en Las Viñas que deberá ser demolido, ha sido la mejor muestra de crear un problema donde había un proyecto al que solo había que darle continuidad al estar ya demarcado para su construcción. El juego político de contradecir lo establecido ha valido para que tres años después se siga fracasando.

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