Concha Velasco es de esas artistas de la vieja guardia que ponen la carne de gallina, de las que hacen llorar con sólo un quejido o de las que se convierten en Juana la Loca en cuestión de segundos. Completamente sola, con un monólogo en forma de “confesión” durante su enclaustramiento en Tordesillas. Así se clausuraba el Festival Iberoamericano de Teatro de Cádiz (FIT) con Reina Juana, interpretada por Concha Velasco.
Aplausos y público en pie durante muchos minutos, que permitieron a la artista vallisoletana poner de manifiesto qué arte tiene para dirigirse al público o para mover unas manos y unos brazos con tintes flamencos, mejor que cualquiera de los que estábamos en el patio de butacas del Teatro Falla.
Durante hora y media de interpretación, la Velasco supo rejuvenecer en el tiempo, volver al día de su boda con Felipe ‘el Hermoso’, sufrir por la relación con su madre, Isabel la Católica, y llorar por sus hijos, que le fueron arrebatados. Los culpables de su situación quedaron en la retina de los que asistíamos a un espectáculo de los que ya existen pocos.
77 años dijo Concha Velasco que cumpliría el mes que viene y ojalá cualquier artista del momento tuviera ese saber estar sobre las tablas, ese dramatismo y esa inteligencia.
Gran trabajo en la ambientación musical y la iluminación, que permitían a la actriz trasladarse al pasado de un solo salto y sin ningún efecto especial.
Sobre las tablas del Falla se abordaron asuntos como la intolerancia religiosa, las relaciones familiares, la corrupción política o los ecos de una monarquía desdibujada en muchas ocasiones por la propia historia. Con sentencias increíbles y momentos muy dramáticos como cuando recordaba el amor sentido por su esposo o por qué le quitaron a sus hijos, a excepción de Catalina, que finalmente también se llevaron para casarla con el monarca portugués. Y cómo lloraba esa madre.
Una madre y una esposa a la que les interesó tachar de enajenada para borrarla del mapa de las ambiciones de la monarquía castellana. Pero como dice Concha en los últimos minutos de su interpretación: “No he querido formar parte de su mundo, el mundo de los cuerdos”
Una producción de Siempre Teatro y Grupo Marquina, con texto original de Ernesto Caballero y bajo la dirección de Gerardo Vega. Todo un cúmulo de circunstancias que pusieron broche de oro al FIT gaditano.