“Tenemos buenos argumentos para su devolución” y “los presentaremos pronto para sustentar la reclamación”, afirma el secretario general del Consejo Superior de Antigüedades egipcias, Zahi Hawass, al dominical del diario berlinés Der Tagesspiegel.
El busto de Nefertiti no es uno más entre las 5.000 piezas artísticas que, según cifras de Egipto, fueron sacadas del país de forma más o menos fraudulenta.
Es un “tesoro de excepción para nuestra cultura”, prosigue Hawas, sólo comparable con otras cuatro cinco piezas asimismo repartidas por todo el mundo, por la que vale la pena presentar una petición formal de restitución.
Egipto ya reclamó, sin éxito, a Adolf Hitler la restitución del busto, llamado La Mona Lisa de la antigüedad.
En los últimos tiempos se sucedieron peticiones más o menos formales para, por lo menos, poder exhibir el busto de forma temporal en museos egipcios, pero hasta ahora Berlín no accedió alegando los riesgos que supondría tal transporte. Ahora, Hawass se propone elevar la reclamación al plano oficial y sustentado en documentos.
El problema es que el busto de la esposa del faraón Akenaton no sólo es tesoro preciado para su país de origen, sino también un imán museístico y seña de identidad de Berlín, presente en todas sus guías turísticas.
El busto, considerado el más bello del mundo, será este año la estrella del reestreno, el próximo octubre, del Neues Museum, la última pieza que quedaba por recuperar de la Isla de los Museos de Berlín, destrozado por los bombardeos en la Segunda Guerra Mundial y ahora rediseñado por el arquitecto británico David Chipperfield.
La reina viajera durmió sepultada en el Valle de Amarna sin sobresaltos durante sus primeros 3.000 años, pero desde que fue descubierta por el arqueólogo Ludwig Borchadt ha ido de traslado en traslado, entre distintos domicilios provisionales alemanes.
Primero fue exhibida en el Neuen Museum, en la Isla de los Museos, pero tras el estallido de la Guerra las autoridades del Tercer Reich la escondieron en una mina de Turingia (este del país).
Tras la caída del nazismo fue recuperada por las tropas estadounidenses y se exhibió, primero, en las afueras del sector americano y, a partir de 1967, en el barrio de Charlottemburg.
A partir de la reunificación se la sometió a nuevas mudanzas. Ahora se prepara para volver al museo restaurado por Chipperfield y que deja al aire las cicatrices del tiempo y no recompone lo que quedó destruido, sino que lo sustituye por materiales nuevos.