No soy politólogo, ni siquiera comentarista político, así que nadie espere de mi una opinión sesuda sobre lo que pasó el 26-J. Lo que sí quiero es que, a ser posible antes de que salga este artículo, que será, Dios mediante, el día ocho, tengamos ya si no Gobierno al menos un acuerdo de investidura. Necesitamos un Gobierno, hemos votado los españoles para que haya Gobierno, y espero que los dirigentes políticos no vuelvan a hacernos la trastada de encastillarse en sus posiciones y hacernos votar por tercera vez.
Si escribo de las recientes elecciones es porque me interesa subrayar un concepto que a mí particularmente me obsesiona, y es el de la culpa. La culpa propia, que es la más difícil de asumir, y la culpa ajena. Los bisoños de Podemos andan mirando arriba y abajo, como el portero a quien le colocan un balón por toda la escuadra y no lo ve ni entrar. Dicen que van a escribir a su militancia para que opinen sobre la culpa: Venezuela, el miedo de la gente a que quiten la Semana Santa, la vuelta a la peseta, o al real de vellón, etcétera. Sabia medida, entiendo, porque sólo así lograrán no caer en los errores que les ha llevado a perder más de un millón de votos, con lo que eso abulta.
Pero hay otros partidos, o mejor, otros dirigentes, que se niegan a admitir su propia culpa y se dedican a culpar a los demás. Esta actitud es más propia de los niños que de los estadistas, pero díganme si no es infantil la actitud de doña Susana Díaz, Presidenta de la Junta de Andalucía con alma de tonadillera despechada, culpando a Podemos de su desastre electoral en nuestra Comunidad. En vez de asumir su responsabilidad, de rendirse a la evidencia de que el PP le ha ganado en votos, se dedica a despotricar contra Podemos, acusándolos de haber dividido a la izquierda, de intentar dividir España y de haberse zampado a Izquierda Unida.
Yo no soy ningún devoto de Podemos, pero desde mis cortas luces entiendo que no le han hecho ninguna trastada a Susana Díaz, sino que ella misma, con su obsesión contra Pablo Iglesias, ha propiciado que la adelante el PP. Que no venga ahora llora que llora por los rincones, ella que tanto reía y presumía de que ganaba las elecciones, y se dedique a hurgar de puertas adentro en busca de la culpa propia. Si hace un buen examen de conciencia seguro que da con la causa exacta.