El saber no ocupa lugar ni edad. Este dicho popular refrenda los objetivos de los Centros de Educación Permanente para Adultos de la Junta de Andalucía, en los que el aprendizaje está abierto a cualquier etapa de la vida de las personas y cubren las necesidades educativas según la formación y conocimientos previos.
En la capital, un total de 8.380 personas estudian en los 19 centros para adultos existentes, sus secciones y en el Instituto Provincial de Educación Permanente. Este alumnado se reparte entre los planes educativos de formación básica, de educación no formal, de fomento de la ciudadanía activa, la ESO, el Bachillerato y la Formación Profesional para adultos.
En estos lugares, la edad no es una rémora para adquirir conocimientos. Es más, los años son su pilar fundamental. Pero estos alumnos no sólo amueblan sus mentes sino también sus corazones. Todos coinciden en resaltar que representan un “bálsamo” frente las adversidades. Es el caso de Loli Muñoz, que se levanta cada mañana con la “ilusión” de asistir a las clases de cultura general en el Centro de Educación Permanente Mediterráneo(Ceper), donde están matriculados unos 800 alumnos con edades comprendidas entre los 19 y los 83 años.
Muñoz es la presidenta de la asociación de alumnos de este Ceper de la capital. La vida de esta mujer, separada y con cinco hijos, ha sido un auténtico “padecimiento”. Hace siete años, este centro de estudios se cruzó en su vida y gracias al apoyo que ha recibido del profesorado y los compañeros ha podido “salir adelante”. “Aquí aprendo lenguaje, matemáticas, ciencias sociales, informática, idiomas y, sobre todo, he encontrado la felicidad. Si no estaría ahora metida en un agujero muy grande”, relata Muñoz, que además ha descubierto afición por la lectura.
Estas clases en el Ceper Mediterráneo se adaptan al nivel educativo de estas personas, para las que cumplir años no es un obstáculo para ver crecer su “enriquecimiento personal y emocional”. María José Mancera ha sido carnicera en el barrio de Huelin durante medio siglo y acudió a Mediterráneo en plena depresión. “Me expropiaron la casa y la carnicería y lloraba por todas las esquinas. Aquí he conseguido ver la vida de otra forma”.
Dedicación y paciencia son las armas del profesorado de Mediterráneo. “Son personas que acuden arrastrando muchos problemas de sus hogares y necesitan no sólo aprender conocimientos, sino que hay que escucharlos”, afirma la profesora Susana Reyes, que recalca que ella también aprende muchísimo de ellos. “Cada día me llevo muchas vivencias a casa. Les digo “aprendo más de vosotros que vosotros de mí”.
En este Ceper se preparan a los alumnos para la obtención del título de la ESO, además de una tutoría de apoyo al estudio para conseguir esta titulación de Educación Secundaria; clases de español para extranjeros, de cultura andaluza, de idioma inglés y de informática, informa la directora Margarita Sánchez, la “tabla de salvación” para muchos de estos eternos alumnos.
Así lo asegura Nati Bravo, que enviudó en dos ocasiones y se sentía “muy sola”. “En las clases me siento muy querida. Estoy viviendo de nuevo”, recalca esta mujer que ya maneja los ordenadores con destreza.
Isabel María Alcázar no sabía leer ni escribir y ahora domina las matemáticas con soltura.