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Atascos con vida propia

Nueve menos diez de la mañana. Un chaval sale del portal de su casa a toda mecha emprendiendo una de sus muchas carreras hacia el futuro...

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Nueve menos diez de la mañana. Un chaval sale del portal de su casa a toda mecha emprendiendo una de sus muchas carreras hacia el futuro. Está a punto de llegar tarde a la primera clase de la mañana, Educación para la Ciudadanía. Al otro lado de la vida, en el asfalto, el semáforo se ha puesto en rojo. Sólo dos vehículos han podido saltarse en esta ocasión la prohibición. El récord creo que puede andar por los siete coches pasando con el color cambiado. El primer atasco ya es una realidad. ¿Qué hará Fernando Alonso, acostumbrado a volar a más de 300 por hora sin nadie que le obstaculice el paso, salvo los Hamilton y compañía que a veces se le cruzan por las narices, en un atolladero de estos donde por más que quieras no avanzas con tu bólido convertido a turismo de los mortales? Uno, el del coche plateado, se desespera y toca tímidamente el claxon, aunque pronto pierde la vergüenza y empieza a mover los brazos, a jurar en arameo y a darle curiosos golpes al volante. Otro sube un poco el volumen de la radio, quiere enterarse bien de las últimas noticias de la crisis o escuchar ese último disco del Melendi de turno que está petando fuerte. La chica del jersey verde baja el espejito y se da el último retoque en los labios. Su compañero de atasco, el del vehículo de al lado, parece que se contagia y se atusa con la mano el pelo. El del camión empieza a hablar solo y entonces uno saca un arma de destrucción masiva al volante. Antes mira a un lado, a otro, ve que no hay peligro y con muchísimo cuidado, teclea su móvil. Dile al encargao que voy a llegar tarde. Ésas son sus palabras. La joven que da su tercera clase en el coche de la autoescuela ve cómo se le van prácticamente diez euros a la basura. ¡Dichoso semáforo! La madre mira un poco hacia atrás y termina de aleccionar a los niños para que se porten bien en el cole. Uno baja un poco la ventanilla y enciende un cigarrillo, el último hasta el primer descanso en el curro. Todo está en punto muerto hasta que empiece la rutina. Hoy seguro que mirarán por el retrovisor para ver que su atasco tiene vida propia.

rguerrerojerez@gmail.com

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