El Parlamento que gobierna en Tobruk se reunirá en los próximos días para analizar y eventualmente aprobar la composición del gobierno de unidad nacional libio presentada anoche en la ciudad marroquí de Sjirat.
Responsables cercanos al citado Ejecutivo extendieron a Efe su esperanza en que esta vez el gabinete sea aceptado y pueda comenzar a ejercer pese a que persista la división tanto en la Cámara como en el seno del propio Consejo Presidencial que lo ha elegido.
Una división que ya quedó escenificada poco después de que se diera a conocer la lista de ministros en la ciudad marroquí con la negativa a rubricarla de dos de los nueve miembros del Consejo Presidencial designado por la ONU.
El nueve gabinete ha quedado reducido a 13 carteras frente a las 26 que conformaban el primero, propuesto a finales de enero, y no ha respetado el reparto proporcional de los ministerios entre las tres regiones históricas de Libia.
Finalmente, la zona oeste (Tripolitania) gestionará cinco carteras, la este (Cirenaica), cuatro, y las regiones del sur otras cuatro.
El ministerio de Defensa, que durante todo el proceso ha sido el principal escollo, ha vuelto a quedar en poder de un militar de la Tripolitania.
"En las designaciones se ha tomado en cuenta la experiencia, la competencia, la distribución geográfica, la coyuntura política y la situación social del país", dijo al presentar el gabinete el presidente del Consejo Presidencial designado por la ONU, Mohamad Fayez al Serraj.
La composición ha sido bienvenida por el enviado especial de Naciones Unidas para Libia, Martin Kobler, quien en su cuenta de la red social Twitter deseó que "sea el verdadero inicio de un camino de paz y unidad para el pueblo libio".
Libia es un Estado fallido, víctima de la guerra civil y el caos, desde que en 2011 la comunidad internacional apoyara militarmente el alzamiento rebelde contra la dictadura de Al Gadafi.
Desde las últimas elecciones, el poder está dividido entre Tobruk y Trípoli, con dos gobiernos a los que apoyan distintos grupos islamistas, señores de la guerra, líderes tribales y contrabandistas de armas, petróleo, personas y drogas.
Del enfrentamiento se aprovechan grupos yihadistas vinculados al EI y a la organización de Al Qaeda en el Magreb Islámico, que han ganado terreno y extendido su influencia al resto del norte de África.
Los islamistas lanzaron hace un mes una ofensiva para hacerse con el control de los puertos petroleros de Sidrá y Ras Lauf, los más importantes del país que fue rechazada por las fuerzas privadas que los defienden.
Desde hace semanas, planea sobre el país la sombra de una posible nueva intervención militar extranjera.
La semana pasada, el gobierno tunecino, junto al presidente del país, Beji Caid Essebsi, se opusieron a la eventual intervención y advirtieron del error y el daño que causaría una operación como la que en 2011 contribuyó a que los rebeldes acabaran con más de cuatro décadas de dictadura.