El desaire más significativo que ha sufrido el Pontífice ha sido el del presidente del Parlamento israelí (Knesset), Reuben Riblin, que se ausentó de la ceremonia oficial de bienvenida en el aeropuerto.
Medios de prensa locales indicaron que boicot de Riblin obedecía a que no quería rendir homenaje a una persona como el Papa Ratzinger, que militó en las filas del partido nazi en su juventud y fue soldado del Ejército alemán durante la Segunda Guerra Mundial.
Oficialmente sus asesores lo han desmentido y recuerdan que Riblin participó con el Papa esta tarde en la ceremonia de homenaje a las víctimas del nazismo en el Museo del Holocausto.
Menos diplomáticos fueron los cuatro ministros en el Gobierno israelí que pertenecen al partido ultraortodoxo Shas, que recibieron órdenes de su mentor espiritual, el ex gran rabino Ovadía Yosef, de “ausentarse de los actos de forma discreta”.
“La razón por la que se ausentan es por el pasado nazi del Papa”, corroboró una fuente del partido a la edición electrónica del diario Yediot Aharonot.
El diputado Mijail Ben Ari, del partido ultranacionalista Unión Nacional, se manifestó por la misma razón con uno de sus asesores frente a la residencia oficial del presidente del Estado de Israel, Simón Peres, poco antes de la llegada del Papa.
La Policía apartó al asesor pero el diputado, que disfruta de inmunidad, permaneció en el lugar con las pancartas.
Dos ultraortodoxos que también portaban pancartas con agravios al Papa Benedicto XVI fueron detenidos por la Policía, y posteriormente liberados, en las inmediaciones del helipuerto donde aterrizó Benedicto XVI, en el Monte de los Olivos de Jerusalén.
Más leña echaron al fuego los ultranacionalistas judíos Baruj Marzel e Itamar Ben Gvir, que pidieron a un juzgado que impida la salida del Papa de Israel hasta que ordene devolver el candelabro de siete brazos (menorá) y los objetos que los romanos saquearon hace 2.000 años del Templo de Jerusalén.
Según la demanda, estos objetos se hallan en los sótanos del Vaticano, pero el juez Ron Alexander rechazó estudiar el recurso porque “el Papa disfruta de inmunidad como jefe de Estado”.
La intolerancia de ciertos grupos religiosos judíos contrasta con la actitud del Gobierno de Israel hacia la visita, que considera una oportunidad histórica para reforzar las relaciones no sólo entre los dos estados, sino también con el cristianismo.