Avenidas habitualmente colapsadas por el tráfico fluían ayer sin mayor problema, y el silencio casi sepulcral reinante contrastaba con el habitual bullicio de esta gigantesca urbe de nueve millones de habitantes, 20 millones si se toma en cuenta su zona metropolitana.
Las tradicionales manifestaciones que se convocan todos los años el 1 de mayo brillaron también por su ausencia. Solamente en el céntrico Zócalo, la mayor plaza pública de América Latina, una treintena de ciudadanos reivindicaron los derechos de los trabajadores, sin que sus voces tuvieran eco salvo en algunos periodistas y curiosos.
Los centros comerciales reflejan también el miedo de los capitalinos a la epidemia. Envueltos en un profundo silencio, lucen sin gente y con la mayoría de sus locales cerrados, excepto los pocos restaurantes y cafeterías todavía abiertos, con el cartel de que sólo ofrecen servicio a domicilio.
Uno de los pocos puntos con actividad a primera hora de la mañana de ayer era la sede del Ministerio de Salud, donde el Gobierno informaba de que, aunque la situación parece mejorar, el número de muertos ha ascendido a 15 y el de casos de contagio a 343.