El presidente del comité de empresa de Navantia en San Fernando dejaba meridianamente claro que las concentraciones convocadas en la plaza del Rey un jueves sí y otro no sólo es un complemento a las actuaciones de los trabajadores en horario laboral en demanda de cargas de trabajo.
Además de que se trata de organizar un foro en el que tengan cabida tanto los ciudadanos que se quieran sumar a título personal o a través de sus organizaciones como los damnificados de empresas afectadas por la crisis. Y hablar de afectación por la crisis en la bahía es hablar de afectación por la situación del sector naval.
Esto es, que la plaza del Rey se puede convertir cada dos semanas en el centro de reunión de diferentes pancartas tras las que están personas con los mismos problemas, aunque de empresas diferentes que se antoja que van a seguir aumentando.
Pero José Antonio Oliva dejaba una cosa patente en la breve charla que mantenía con este periódico. El nerviosismo está latente en los trabajadores; el estado de cabreo está a expensas de que una mosca pase por allí y soliviante al personal; la desconfianza en los que tienen que solucionar el problema es tal que difícilmente pueden esperanzarse los que han visto que una vez y otra los anuncios no han pasado de anuncios y las promesas se han incumplido sistemáticamente.
No es para menos si se tiene en cuenta que ese mal ambiente se va enrareciendo conforme pasan los días y se ve que el único encargo que tienen son las lanchas para Australia, que ocupan a unos 200 trabajadores del millar que forma la plantilla en La Isla. O sea, que se va agotando el colchón de carga de trabajo que tenían y que hace unos meses les hacía pensar más en la industria auxiliar que en ellos mismos.
Ahora pintan bastos y nadie se cree que la anunciada contratación sea la buena. Quizá por tantas mentiras anteriores.