Natividad Pérez Taviel de Andrade es una joven de San Fernando que vive y trabaja en Alemania que escribió a este periódico una carta a principios de semanay que día a día fue completando con preguntas que le trasladábamos desde la redacción, aunque hayamos preferido publicarlo en primera persona como era su intención inicial.
Lo que cuenta en el reportaje en que finalmente se convirtió su iniciativa son sus impresiones personales, evidentemente influidas por cómo le ha ido a ella, pero rápidamente se da uno cuenta, comparando el suyo con otros testimonios, que es lo normal entre los jóvenes emigrantes que sesenta años después repiten la historia iniciada a mediados del siglo pasado cuando la postguerra obligó a tragarse todo lo que no querían hacer los anfitriones.
La diferencia entre esta emigración cada vez más masiva con la de los años 50 del siglo XX es que esta vez la mano de obra que exporta España es mano de obra altamente cualificada, formada en universidades públicas con el mejor nivel de todos los tiempos y con una formación complementaria en otros países que ha sido pagada en la parte correspondiente con dinero de los contribuyentes en la mejor inversión que se haya podido hacer jamás en un país.
Venir a decir en este editorial lo que se ha repetido hasta la saciedad, que estamos perdiendo a la juventud mejor preparada de la historia y que le hemos pagado una educación exquisita para que otros se aprovechen de ella, es perder el tiempo porque ya se han ido, no van a volver y los que quedan se irán antes de que España pueda evitarlo.
El problema ahora es cómo lo hacemos para que cuando haya que crecer contemos con jóvenes tan preparados como los que se han ido y que vamos a necesitar si no queremos convertirnos en lo que todos estamos pensando y que es más decoroso no mencionar.