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Jaén

Aquellas maravillosas tradiciones de Jaén

El historiador Manuel López Pérez recuerda algunas de las tradiciones de los años sesenta en la ciudad

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Las tradiciones de la festividad de Todos los Santos se han ido perdiendo con el paso de los años y en la actualidad únicamente se mantiene la costumbre de visitar el cementerio.

Así lo reconoce el historiador jienense Manuel López Pérez, pues lejos queda las tradiciones de los años sesenta, cuando a primera hora de la mañana acudía la mujer de la familia a preparar la tumba y por la tarde acudía nuevamente acompañada de la familia, que rezaba conjuntamente.

Entonces, por estas fechas, era normal ver por las calles a los vendedores de pavos y a estos últimos caminar a sus anchas por la ciudad. Llegados de pueblos como Arjona y Andújar, los vendedores ocupaban lugares como la actual entrada al aula de cultura de la Diputación o parte de la plaza de San Francisco.

Las mujeres se acercaban y compraban el pavo vivo para cocinarlo y cenar en familia. Igualmente se vendía la ya casi desparecida miel de caldera, que se hacía cociendo la caña de azúcar y se untaba en pan. Las castañeras ambientaban y daban olor a la ciudad.

Manuel López Pérez recuerda el sonido de las campanas desde pasadas las seis y media de la tarde y durante toda la noche. A la mañana siguiente, se oficiaban misas en las parroquias en memoria de los difuntos.

Durante las cenas familiares, ya convertidas en almuerzos, “las conversaciones en las cenas de familia eran sobre los muertos y se originaba un ambiente muy tétrico”, recuerda el historiador.  De todo ello sólo queda la visita al cementerio y las reuniones familiares en torno a un almuerzo y no una cena.

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