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Emigrantes

Recibo en mi correo electrónico, en esos efectos virales que propicia Internet, el enlace al blog que en la versión española del Huffington Post tiene Carlos M. Duarte, profesor de Investigación (CSIC) en el Instituto Mediterráneo de Estudios Avanzados (Medea), el cual ha dejado escrito un conmovedo

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Recibo en mi correo electrónico, en esos efectos virales que propicia Internet, el enlace al blog que en la versión española del Huffington Post tiene Carlos M. Duarte, profesor de Investigación (CSIC) en el Instituto Mediterráneo de Estudios Avanzados (Medea), el cual ha dejado escrito un conmovedor testimonio humano bajo el título ‘Ayer emigró mi hija’. Ésta había vuelto a España tras completar durante cinco años su formación como estudiante en Canadá, Francia e Inglaterra y hablando cuatro idiomas. Su extraordinario currículum sólo le ha servido para optar a contratos-basura de 400 euros al mes, por lo que ha tenido que hacer las maletas para retornar al extranjero, pero esta vez en calidad de emigrante.

Hablo con un amigo. En medio de la conversación me cuenta su fortuito encuentro con un tercero, de los más espabilados de su generación, que acaba de convencer a su sevillanísima mujer, tan apegada a esta tierra y sus tradiciones, para que, a la vista de la realidad, toda la familia emigre a Chile, donde confían en hallar un futuro mejor que a orillas del Guadalquivir. Han llegado a la conclusión de que aquí ya no hay nada que hacer.

Retomo después de bastante tiempo el contacto con un empresario de la Tecnópolis. Nos preguntamos por nuestras respectivas familias y me confiesa que dos de sus hijos, titulados universitarios, han emigrado a sendos países europeos, donde se ganan la vida como pueden con los llamados ‘minijobs’, una pobre alternativa pero mejor que el horizonte de paro que tenían en Sevilla.

El hijo de otra amiga, que dedicó cinco años de su vida a terminar una carrera universitaria, se ha ido a la aventura a Londres, donde ya no saben cómo contener la ‘spanish’ invasión. El de otra, también al Reino Unido, aunque sea sólo para trabajar en un local de comida rápida. Un antiguo compañero se ha ido aún más lejos, a hacer las Américas, a diez mil kilómetros de distancia.
Esta sangría humana, consecuencia de la gravísima recesión económica,  acaba de tener su reflejo en las estadísticas oficiales: en los seis primeros meses del año en curso han abandonado nuestro país 54.912 compatriotas en busca de oportunidades laborales en el extranjero, a un promedio de 305 cada día. España vuelve a ser un país de emigrantes, como aquellos que inspiraron las coplas de Juanito Valderrama y Carlos Cano.

Un país en el que muchos padres, como Carlos M. Duarte, jamás pensaron que un día tendrían que escribir esa desgarradora frase de “ayer emigró mi hija”.

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