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Jerez

“El turismo no puede traer ganancias para unos pocos en perjuicio del resto”

Al obispo de Asidonia-Jerez le “llama la atención” que se inunde “lo que siempre se ha inundado” y pregunta si es que “no hay voluntad para remediarlo”

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  • Monseñor Rico Pavés, obispo de Asidonia-Jerez. -
  • “Queremos ampliar el aparcamiento de la Cartuja para favorecer las visitas”
  • “Quien no acepta el matrimonio canónico no puede estar en una junta”
  • “Las hermandades dan quebraderos de cabeza, pero también dan muchas alegrías”

El 31 de julio se cumplirán ya cuatro años de su llegada a la Diócesis de Asidonia-Jerez. En su despacho apenas ha dejado de sonar en todo este tiempo el estruendo de las obras: las del eje del Arroyo, las de la calle Barranco, y ahora, las de la rehabilitación de la antigua Comisaría. En los últimos días ese ruido se ha mezclado con el de la lluvia, que a veces dificulta incluso la visión de la Catedral a pesar de su cercanía...

¿Cómo lleva la Cuaresma?

–Bajo agua, pero es una bendición. Los textos litúrgicos están en sintonía con lo que se vive en la creación, y el tiempo de Cuaresma y el de Pascua nos hablan de un nuevo nacimiento. De hecho, hasta finales del siglo XVI el comienzo del año coincidía con la primavera, como sucedía en el calendario judío en tiempos de Jesús. La primavera es el tiempo en el que todo se renueva y en el que nos encontramos con la victoria de Cristo sobre el pecado y la muerte. Por eso si uno se deja acompañar por el tiempo meteorológico, pues todo nos ayuda, espero que a la conversión.

Se mojó la ceniza y todo lo que ha venido después. ¿Le preocupa que esta acumulación de lluvias agrave aún más los problemas de infravivienda?

–Me llama la atención que se repita siempre ese estribillo que dice que aquello que se inunda es lo que siempre se ha inundado. ¿No hay voluntad entonces de intervenir para que las familias que tienen que ser desalojadas periódicamente no tengan que volver a pasar por esta situación? Entiendo que es fácil decirlo y que será complejo encontrar soluciones, pero da la impresión de que hay fenómenos que se repiten y afectan siempre a las mismas familias sin que se termine de afrontar este tema.

Según el CIS, la vivienda es ya el principal problema para los españoles, por encima incluso del paro. ¿Hay solución?

–Entiendo que habría solución si existiera una voluntad por parte de todas las instancias, y no únicamente las políticas. Para las familias migrantes que atiende la Diócesis es un problema clave y gran parte de las ayudas que ofrecemos tienen que ver con la vivienda. Pero también observo que este problema afecta a la decisión de los jóvenes a la hora de contraer matrimonio y formar una familia, que es un tema que van retrasando porque no ven horizonte de disponer de unas condiciones mínimas.

Se está de algún modo responsabilizando al turismo con los problemas de vivienda. ¿Cree justificado eso que algunos llaman ‘turismofobia’? ¿Cómo hacemos para alcanzar una situación de equilibrio?

–La movilidad es fuente de riqueza y estabilidad, pero estamos obligados a alcanzar un equilibrio, porque el turismo no puede implicar ganancia para unos pocos en perjuicio de una mayoría o de barrios enteros. El turismo es también una oportunidad para la evangelización, bajo la idea de que estas personas nos visitan como turistas, pero podemos conseguir que salgan como peregrinos, poniendo el patrimonio religioso al servicio de esa evangelización. Recibir a turistas me parece siempre formidable, pero sin perjuicio de los que aquí se encuentran, porque si son portadores de riqueza, esa riqueza debe llegar a una mayoría de personas.

Alrededor del Obispado no van a quedar ya más que hoteles o apartamentos turísticos. De aquí a nada será el único vecino de la plaza del Arroyo…

–Prácticamente… Pastoralmente esto también tiene su dificultad, porque es una anomalía que el templo principal de la Diócesis no tenga celebración diaria de la eucaristía. Esta zona lo que va teniendo es población transeúnte de turistas… Debemos verlo como una oportunidad, porque estamos en una zona con templos encomendados a hermandades que podrían estar abiertos apoyados en el voluntariado y generar recursos para garantizar su mantenimiento. Por el Obispado siempre aparecen turistas preguntando cuándo abren las iglesias. 

Hablemos de patrimonio. ¿En qué estado se encuentra la Cartuja? ¿Qué actuaciones son prioritarias?

–Hay tres actuaciones urgentes, de las cuales dos ya han recibido ayuda a través del 2% cultural, para la reparación de la espadaña principal del templo mayor y para las cubiertas del capítulo de padres. Esa ayuda cubre el 75% del total presupuestado, por lo que debemos aportar unos 90.000 euros. Confío que en breve puedan acometerse las obras. 

¿Cuál sería la tercera intervención?

–La que afecta a la portada, que por lo pronto necesita ser apuntalada porque estamos observando un deterioro que no es propio ni del envejecimiento de la piedra ni del terreno, sino provocado por el incremento del tráfico pesado que ha venido consigo tras la liberación de la autopista. Antes de la pandemia se hizo un presupuesto que rondaba el millón y medio de euros y se nos concedió incluso una ayuda, pero hubo que renunciar a ella porque existían otras necesidades, así que hay que actualizar el presupuesto y volver a solicitar esa ayuda. Pero de momento hay que apuntalar la portada, que cuesta unos 40.000 euros más otros 3.000 euros mensuales para mantener toda esa estructura. 

¿Qué porcentaje del monasterio se puede visitar a día de hoy?

–Prácticamente la totalidad, exceptuando algunas partes que ni siquiera trataron de arreglar los cartujos cuando regresaron tras la Guerra Civil, como la zona del molino o la más cercana al río, que está en situación de abandono. Tampoco se puede visitar el capítulo de padres, por ese problema de las cubiertas que tenemos que solucionar. Tras la marcha de las Hermanas de Belén se ha conseguido mantener la vida espiritual, se han ampliado las celebraciones y se han abierto las visitas, aunque de momento acompañadas por un guía. En breve queremos abrir el monasterio a las visitas libres, sin guías, con una aplicación móvil, y también fijar los horarios de visitas gratuitas, que tenemos contempladas.

Lo que no está acondicionado para esas visitas es el exterior del monasterio…

–Los terrenos situados entre la Cartuja y La Corta pertenecen a la Diócesis y se pueden utilizar para ampliar el actual aparcamiento. La dificultad, o eso es lo que nos dicen, es que habría que habilitar carriles de acceso desde la carretera, pero desde el Ayuntamiento nos han dado buenas perspectivas. Cuando consigamos licencia para acometer esas obras se podrán ampliar aún más esas visitas y generar también ingresos para mantener el monasterio, porque  ha sido necesario dotarlo de seguridad, se ha ampliado el número de trabajadores que se ocupan del cuidado y la limpieza del entorno. 

¿Le dan muchos quebraderos de cabeza las cofradías?

–Allí donde hay vida siempre hay algún quebradero, pero en el balance hay más cosas positivas que negativas. No quiero ser ingenuo, pero creo que se están consiguiendo logros importantes en hermandades que parecían enquistadas, y me refiero expresamente al tema del Prendimiento, donde sinceramente hace tiempo hubiera tirado la toalla. Si no es por la perseverancia de la delegada y de su equipo, y del esfuerzo de crear un equipo en el que se sintieran representadas todas las sensibilidades para dar los pasos que permitieran llegar a unas elecciones con garantías… Sin ese trabajo no se habrían logrado unas elecciones que confío que den estabilidad, que es lo que necesitaba esta hermandad.  Los estatutos remitían a un régimen interno que no existía y había problemas que dirimir que quedaban sin solución porque llevaban a un callejón sin salida. Sinceramente hubo momentos en los que no veía solución, porque parecía que dábamos un paso para adelante y tres para atrás, y sin embargo se ha logrado. Las hermandades dan quebraderos de cabeza, pero también dan muchas alegrías.

¿Para cuándo la nueva normativa diocesana de hermandades y cofradías?

–A final de este curso. Ya está el borrador completo. Es una revisión integral del llamado ‘libro verde’, que no es más que una agrupación de decretos. El libro requería una unificación de todos esos decretos en un solo texto normativo. Además, se ha aprovechado para recoger indicaciones que nos está exigiendo la Iglesia universal en temas de transparencia, de seguridad, en la implantación de los protocolos de prevención de abusos a menores o personas vulnerables... Ha sido la ocasión para incluir y agrupar todo eso que hasta ahora estaba recogido en documentos y normativas puntuales. Ojalá la aprobación del nuevo ‘libro verde’ sea un fruto de la Pascua.

El Papa Francisco dijo que en la Iglesia cabían “todos, todos, todos” y la pregonera del año pasado hizo suya esa frase. ¿La nueva normativa va a permitir que en la juntas de gobierno también entre ‘todos’?

–Hay que distinguir. Para entrar en una hermandad se pide estar bautizado. Otra cosa distinta es una junta de gobierno, porque sus miembros tienen que asumir unas responsabilidades en nombre de la Iglesia. A todos los miembros de la hermandad no se les exige hacer la protestación de fe, aunque se les invita, pero a los miembros de la junta sí. Y eso equivale a lo que el Derecho llama juramento de fidelidad, por lo que públicamente se declara confesar y defender lo que la Iglesia propone en materia de fe y costumbres. Quien no acepta lo que la Iglesia propone sobre el matrimonio no está en condiciones de formar parte de una junta de gobierno, y la Iglesia considera que el matrimonio es la unión estable del hombre y la mujer hasta que la muerte los separe. Si esto no se acepta y uno hace juramento público, está jurando en falso y nos ponemos en una situación que tiene incluso derivas civiles, porque jurar en falso es perjuro. Que todos han de entrar y formar parte de las hermandades, evidentemente, pero para que todos acojamos la palabra del Evangelio y conformemos nuestra vida a lo que el Señor nos propone. Si uno entra en una hermandad para tratar de introducir una doctrina contraria sobre el matrimonio a lo que la Iglesia nos propone, este no es su lugar. En las protestaciones de fe se juran incluso cosas que no se piden, como estar dispuesto a derramar la última gota de sangre por defender la enseñanza de la Iglesia en fe y costumbres. Si uno está diciendo eso cómo quiere luego reivindicar otra concepción del matrimonio que no sea la de la Iglesia. Es cuestión de coherencia.

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