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Desde la Bahía

No se extinguirá

La tauromaquia en su conjunto es un espectáculo que impulsa valores como la dignidad, la libertad, el respeto, el amor, la tolerancia y la igualdad

Publicado: 28/07/2024 ·
18:22
· Actualizado: 28/07/2024 · 18:22
Autor

José Chamorro López

José Chamorro López es un médico especialista en Medicina Interna radicado en San Fernando

Desde la Bahía

El blog Desde la Bahía trata todo tipo de temas de actualidad desde una óptica humanista

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No fue precisamente ayer, cuando el impacto de un esteroide y también los cambios climáticos y la escasez de alimentos, dieron fin a la existencia de los dinosaurios, extinguidos hace ahora 66 millones de años. La extinción o desaparición de cualquier especie animal -y ha habido al menos cinco masivas- ha pasado de estar en manos de la Naturaleza a quedar bajo decisiones anómalas del ser humano, el único que conoce el dolor y sufrimientos que la muerte conlleva, fuera del hecho físico, ante la ausencia, la pérdida de unión con los seres más queridos, el dejarlos faltos de una presencia insustituible en el hogar y la incertidumbre de la posible continuidad de otra vida y otros aposentos. Una de las cosas más despreciables con que nos enfrentamos en la vida diaria es la existencia en las personas de una doble moral. Los animales no sufren en el sentido que he descrito para el ser humano. Sí tienen dolor y, por lo tanto, todo lo que se le pueda aliviar este dolor, ha de llevarse a cabo. Pero cada animal tiene un distinto umbral del dolor y este es aún más alto en el fragor de la lucha. A un amigo boxeador que había intervenido en combates a quince asaltos, le pregunté si el dolor de los golpes era muy intenso en los últimos minutos de la pelea. Para mi asombro, me respondió: “yo sólo tenía tiempo para pensar en cómo dejar caos al contrario”. Nadie puede decir que el animal entiende el concepto de muerte.

El toro de lidia existe gracias a la Tauromaquia. Sin ella tendríamos posiblemente una nueva desaparición o extinción. La causa principal el coste económico que el toro genera que viene a ser aproximadamente de unos 4.500 euros al año. Al multiplicar esta cifra por una media de vida de bovino de 12 a 14 años, la cifra es escalofriante y antieconómica. El primer dolor del ser humano es el dolor de hambre y hay que saciar ésta con los medios con que contamos, animales o vegetales, es axioma de vida. La carne de toro es muy apreciada, pero el animal para conseguir algo más de 450 kilos de peso, necesita unos años que hacen ruinoso el comercio de su carne y no creo que nadie criase toros de lidia para dejarlos morir de forma natural a los quince años o para venderlos unos meses previos a la misma. El bolsillo es más fuerte que la tendencia antitaurina.

La industria de las “mascotas” es de las que más dinero genera actualmente en el mundo. Hay que elevar la categoría de estos consumidores, ensalzando diariamente sus valores que se quieren igualar a los humanos, para que su número siga creciendo y cada vez sean más consumidos los productos propios de su cuido y alimentación. El movimiento animalista no es ajeno a ello.

El pez gordo, como el tirano, siempre se come al chico. La cebra cae ante el león. Si queremos tener leyes muy severas en cuanto al trato animal, tenemos también que admitir que libres y en su hábitat los animales viven unos de la carne de los otros o de vegetales y frutos también elementos orgánicos. Y debíamos recordar el burrito Platero, que confirmó que estaba muy contento con ser burro y no quería ser hombre, para diferenciar así Juan R. Jiménez a él, de la manada de animales que dialogando en cualquier idioma ridiculizan su naturaleza intrínseca. Tras una lucha abierta sin engaños, ni artilugios sociales o políticos el toro muere en el redondel. También es el único animal que llega a ser indultado. Nunca amnistiado. Los tiempos actuales giran en torno a la desaparición de la Tauromaquia. Si tiene que ser así (que no lo va a ser) que sea su curso natural quien decida, pero sin coacciones a la libertad, sin prohibiciones violentas y sin mentiras. Es posible que sean seudoanimalistas los que agreden a otros seres humanos, amparados en que ellos defienden a los animales, pero insultan y gritan a los taurinos, llegando, llevados por su radicalismo, a la violencia. Deberían pensar que no existe ningún de trabajo verdaderamente científico que demuestre que un niño o joven que asiste a corridas de toros se convierta en un ser humano violento, hecho que si vemos presenciando otros espectáculos. Y todo el mundo del toro está a favor de leyes que castigan el maltrato animal, y el mimo al toro de lidia durante su crianza es superior al dado a la mejor de las mascotas.

La tauromaquia en su conjunto es un espectáculo que impulsa valores como la dignidad, la libertad, el respeto, el amor,  la tolerancia y la igualdad, valores que se han ido heredando de padres a hijos basados en sus tradiciones entre las que también está el respeto y amor a los animales. No son años, son siglos y no se puede acabar con ello de la noche a la mañana. Legislar para prohibir las corridas de toros por maltrato animal, siempre será social y políticamente reprobable y no podrá separarse de la sombra de la demagogia, las subvenciones y la captura de votos que le acompaña. Las corridas de toros son espectáculos abiertos, el que no las quiera ver, tiene suficiente con no entrar en el coso. Tenemos que tragar tantas cosas que no nos gustan. Apreciamos la vida desde su inicio embrionario a pesar de las leyes que la vulneran, despreciamos las guerras, soportamos las diferencias de trato de unos a otros animales. Seguimos degustando caracoles, que los vemos fuera de sus conchas porque huían, sin conseguirlo, de un fuego lento y abrasador. Tenemos que saber que los mosquitos son los seres orgánicos que más muertes humanas producen etc., y particularmente no me gusta el baloncesto, pero no voy con ninguna pancarta exigiendo el cierre de esas “canchas”.    Mas de 200.000 personas empleadas que representan el pan de muchas familias. En 2022 el impacto en taquilla de las corridas fue de 400 millones de euros. Actualmente el flujo económico que genera el “arte de Cuchares” es de unos 2.500 millones de euros/año. 2,6 millones de personas acudieron a las plazas de toros. El Ministerio de Cultura destinó el pasado año 167 millones de euros al cine español, 71 millones más, que en 2022. La cifra que reciben los toros del mismo Ministerio y de los Municipios, siendo también “hecho cultural”, es irrisoria con relación a la citada y para colmo también le suspenden la celebración del Premio Nacional de Tauromaquia, pero la venta de entradas se redujo un 12 por ciento en cines, mientras las entradas taurinas aumentaron un 14 por ciento. La aportación por IVA de los toros es cinco veces más alta que la del cine. Se quiere derogar la Ley de Patrimonio Cultural - es fácil saber de dónde parte la iniciativa- para prohibir las corridas de toros y sigue creciendo el número de necios que creen que son patrimonio de una determinada idea política. Ahora en nuestro país lo único tradicional es el Halloween. Son datos que conviene conocer.

Además, las corridas de toros no necesitan esa amplia presencia policial verdadero cordón humano mirando hacia el público, porque siempre espera algún mal desenlace, si no, no estarían. Los aficionados tienen que ir acordonados también por la policía, como en manada, hacia los estadios. No hay nadie que se tire a un ruedo taurino con ánimo de violencia, el único que lo hace es un joven e ilusionado “maletilla” que sueña con la gloria del toreo. En el callejón de la plaza está el duende y el arte, no el fanatismo y en el tendido, la mano escritora, pintora o forjadora de ritmo musicales y hay un “ole” de fondo que se lo reparten por igual toro y torero. Simulando la Rendición de Breda, el torero acaricia la piel del toro en el arrastre, tras haber demostrado su bravura, su trapío y dejando su sangre sobre el albero, arcilla sobre la que también se deslizará, serpenteando, la sangre del “diestro” y su goteo camino de la enfermería, al igual que las gotas de rocío, será la expresión del contacto de los tejidos con la frialdad de la asta del toro. Aunque veamos lágrimas artificiales sobre el rostro de la Virgen, la madre de Dios ha derramado bastantes lágrimas verdaderas en las capillas de las plazas de toros.  El graderío se eleva a la categoría de “espectador”, algo que en las últimas décadas los públicos no saben ser. Que no haya una nueva extinción -la tauromaquia- y mucho menos si el meteorito es ahora una interesada y jactanciosa decisión política.

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