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Jerez

Paco se reencuentra con la historia

En el concurso actuaron Terremoto, Toronjo, La Perla, Jarrito, Rocío Jurado o Paco Aguilera

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  • Aquellos dos niños con pantalón corto y corbata revolucionaron el concurso del Teatro Villamarta. -
  • El jurado se tuvo que inventar un premio para aquel niño que tocaba ?mejor que los mayores?
Paco de Lucía, el genio irrepetible de la guitarra, el estandarte revolucionario de la música andaluza, actúa esta noche en la plaza de toros de Jerez de la Frontera. Será su reaparición en la tierra en la que se le abrieron las puertas de la gloria en 1962, cuando el Concurso Internacional de Flamenco se rindió a la maestría de aquel niño desconocido. Los caprichos de la historia han querido que el algecireño no volviera a actuar en las tablas jerezanas hasta esta noche, en una citra con al historia del arte.

En aquella primera aparición de 1962, que aún es recordada por algunos aficionados jerezanos, Paco llegó de la mano de su hermano Pepe, bajo el cartel de Los Chiquitos de Algeciras, para participar en el Concurso Internacional de Flamenco que había organizado el músico y poeta Augusto Butler en el Teatro Villamarta.

Los dos niños llegaron a la cuna del cante como unos completos desconocidos. Paco entonces contaba con quince años, pero con anterioridad ya había dejado empezado a despuntar. Los Chiquitos de Algeciras (sobrenombre con el que entonces se dieron a conocer a los artistas Pepe y Paco de Algeciras) habían actuado en algunos eventos de su ciudad natal, en la plaza de toros, en el cine Terraza o en Radio Algeciras.

Allá donde sonaban sorprendían a propios y extraños por el prodigio de la voz de aquel niño que cantaba todos los clásicos con sonido añejo; y de su hermano, que ya empezaba a ofrecer sonidos desconocidos de la guitarra andaluza, y que supondrían el nacimiento de un lenguaje nuevo para el flamenco.

El mecenazgo de un aficionado llegado de Tánger a Algeciras propició que, a finales de los cincuenta, pudieran hacer una primera grabación de Los Chiquitos de Algeciras, y el asombro generalizado de la afición llevó a su padre, Antonio Sánchez Pecino, a viajar con ellos a Madrid para promocionarles.

En la capital sonaron de “tapadillo” en algunas fiestas y emisoras de radio. Pero hacía falta un puñetazo en la mesa para que aquellos dos niños entraran con voz propia en las páginas de la historia del flamenco. Y esa oportunidad no se la brindó la historia hasta 1962, cuando la flamenquería de la época se concentró en Jerez con motivo del Concurso Internacional de Flamenco, que se celebró los días 8, 9 y 10 de mayo.

Antonio Sánchez Pecino no lo dudó ni un momento, y comprendió que aquel certamen era una oportunidad para dar a conocer el prodigio de sus dos hijos. El concurso era de una altura considerable, ya que en él concurrieron artistas de la talla de Manolito de María, Paco Toronjo, Terremoto de Jerez, María Vargas, Jarrito, La Perla de Cádiz o el guitarrista Paco Aguilera.

Siguiendo la estética que su padre les marcó en esa etapa, los dos artistas algecireños se subieron a las tablas del Teatro Villamarta con pantalón corto y corbata. A Paco casi no se le veía la cara con la guitarra. Su aparición en el escenario sorprendió a los asistentes: el niño guitarrista sentado en una silla y su hermano Pepe de pie, a su lado, preparado para el cante.

El teatro se quedó mudo ante el espectáculo que ofrecieron. Pepe recordó a los viejos clásicos del cante, recreándolos en su voz niña y prodigiosa. Paco ya ofrecía el sonido preciosista, vertiginoso, andaluz y virtuoso de su guitarra. Pero el clamor era para el niño cantaor, que llegaba con mucha más fuerza y calado a un público que entonces no apreciaba tanto a la guitarra como valor del flamenco.

Aquella actuación revolucionó el concurso, donde algunos quieren recordar que los premios estaban prácticamente concedidos. Pero la revolución que montaron aquellos dos niños de Algeciras en el Teatro Villamarta, le dio un vuelco a la organización.

En el jurado se encontraban el célebre poeta José Carlos de Luna, Augusto Butler, Anselmo González Climent, Pilar López, Luis Maravilla, José Suárez, Ramón de Paula y Arcadio Larrea. Las voces más autorizadas de la intelectualidad de la época vinculada al flamenco. La conexión más directa de las letras con la ortodoxia flamenca que representaban figuras como Antonio Mairena.

Además de testigos, fueron jueces de un momento que, aunque de forma tímida e incipiente, estaba comenzando a transformar la forma de entender e interpretar el flamenco. Pero eso formaría parte de una historia que iría sucediendo en años sucesivos.

A todo ello, se unía la complicación de premiar a niños, que ni siquiera contaban con la afiliación al sindicato de artistas, una marcada exigencia de la España franquista. Pese a todo, el revuelo que se montó en torno a los dos niños hizo que el jurado tuviera que replantear su dictamen.

Según cuenta Juan José Téllez en su biografía Paco de Lucía, en vivo, el premio C, en la categoría de malagueñas, fue para Pepe de Lucía (entonces Pepe de Algeciras), con la dotación de 35.000 pesetas. Por su parte, Luis Maravilla, único guitarrista del jurado, que había quedado embrujado con la actuación de aquel niño guitarrista que “tocaba mejor que todos los mayores”, intercedió por él, consiguiéndole un premio especial de 4.000 pesetas que se inventaron al efecto.

Con aquel beneficio, Antonio Sánchez consiguió instalarse en Madrid con sus hijos, lo que supuso el inicio de una de las páginas más determinantes de la historia del flamenco. Aquel concurso de Jerez abrió la puerta de la gloria a Paco de Lucía. Ahora, décadas después, el genio de la guitarra volverá a pisar la tierra del flamenco para congraciarse ya, para siempre, con la historia.

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