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Sevilla

Los viejos Scorpions nunca mueren

La legendaria banda alemana ha puesto bocabajo el monumento más icónico de Sevilla: la Plaza de España

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Scorpions en Icónica Fest.

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Scorpions en Icónica Fest.

Scorpions en Icónica Fest.

Scorpions en Icónica Fest.

Scorpions en Icónica Fest.

Scorpions en Icónica Fest.

Para empezar, Klaus Meine estaba vivo. Tan vivo como lo contrario al clavo de una puerta que Dickens imaginó para abrir su novela más universal, tan vivo que, con 75 primaveras a sus espaldas, ha puesto bocabajo esta noche el monumento más icónico de Sevilla: la Plaza de España, que debe pesar lo suyo.

Es cierto (y es obvio explicarlo) que el de Hannover es solo el 20 % del secreto para que la banda a la que le pone voz llene el aforo allá donde va medio siglo -58 años para ser exactos- después de crearse, pero es que esa banda se llama Scorpions, y con los otro cuatro componentes dominan el escenario como solo una decena de grupos en los cinco continentes pueden hacerlo.

Para ponernos en contexto, Scorpions llegaba esta noche al Icónica Sevilla Fest con el aval de una trayectoria impecable, que nunca ha tenido altibajos, que se ha apoyado en un estilo que es intocable desde que se llamaban Nameless (Los sin nombre), en aquel 1965 en el que el mundo miraba de reojo cómo en el centro de la vieja Europa un país se dividía con un muro entre las siglas de la RFA y la RDA.

Sevilla se ha puesto a los pies esta noche del bajo de Pawel Mąciwoda y las guitarras de Rudolf Schenker y Mathias Jabs, con el sueco Mikkey Dee a la batería. Sí, para los que estén en Primero de Scorpions hay que aclarar que el grupo va por la vida sin teclados ni falta que les hace, y toda la magia de rellenar los pentagramas la hacen a base de cuerdas y percusión. Por eso, al Olimpo en clave de sol solo llegan algunos elegidos.

Con esa premisa, a las 22.35 en punto se ha inundado toda la Plaza de España sevillana de los miles de vatios de luz que anunciaban lo que se avecinaba: ‘Gas in the tank’ para empezar, así, sin anestesia, con las tres guitarras en el escenario calentando a un público que ya hervía cuando Klaus Meine ha aparecido con ropa negra ceñida, vestido de rockero de toda la vida, con las gafas de sol que llevan los rockeros a diario para ir a comprar el pan aunque el cielo se junte con la tierra.

Vale, las gafas le han durado tres canciones, lo justo para sacar adelante el poco español que maneja el mítico vocalista: “Buenas noches, Sevilla. ¿Cómo estáis?”, y recibir de un fan en el mismo escenario el regalo de dos cuadros, que conmemoran su visita a la capital del Sur en 1992 y en esta noche Icónica de 2023.

Cuando ha comenzado a sonar ‘Wind of change’ ya estaba el asunto más que encarrilado. Solo una parada en el camino para destacar que la voz de Klaus ya no es lo que era (solo faltaría), y las notas de esta canción no son precisamente para entonarlas a la ligera, así que le ha dejado al público que se encargue de darle caña con sus cuerdas vocales al inmortal estribillo que habla de niños del mañana que sueñan con el viento del cambio.

Nada queda a la improvisación cuando algo como un concierto de Scorpions se pone en marcha, y el signo de la paz con los colores de la bandera de Ucrania ha presidido el cierre de la canción, y Mikkey Dee se ha marcado un solo de batería de academia para abrir la recta final del concierto, en la que todavía había que escuchar ‘Blackout’ o ‘Big city nights’.

Sí, faltaba ‘Still loving you’, esa canción que marca a un grupo para siempre, porque da igual que saques 50 discos de oro después, que el público la reclama, la corea, la acompaña y la hace mítica, a punto de cumplir 40 años desde que Rudolf Schenker y Klaus Meine la concibiesen para ser parte del disco ‘Love at First Sting’, su noveno álbum de estudio.

En ese mismo disco estaba ‘Rock You Like a Hurricane’, concebida por los promotores de la gira para cerrar el concierto. “Ich will sterben”, gritaba una chica alemana con aspecto de no haber pagado nunca en marcos al terminar el concierto. Traducido sería el equivalente a “Me quiero morir”. Puede que no sea para tanto, o en realidad sí, quién sabe.

Con todo, si es cierto que los grandes rockeros nunca mueren, Scorpions serán eternos, como la Puerta de Brandeburgo o el bigote de Uli Stielike. Hoy han colocado en Sevilla una piedra más en el camino indeleble de una vida musical plena y con todo el rock por delante. Vielen Dank, Klaus y compañía. EFE

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