He estado un rato pensando en una frase que describa el momento exacto y efímero en el que algo te hace feliz, ¿qué palabras pueden servir para hablar de esos momentos de felicidad que sabes que tienen fecha de caducidad?
Un viaje extenuante, los primeros besos, un paseo por la playa al atardecer cuando unas nubes reflejan la luz anaranjada del sol, ese momento en el que descubres por fin un libro que te ha enganchado… ¿Para mí? La vida es poco más.
Yo, normalmente, no quiero empezar a hacer algo sin saber si seré capaz de hacerlo bien o me hará feliz. Todos llevamos a cuestas una mochila que nos hace ser como somos, personas con prejuicios, miedos y sueños. Pero algo me decía que el Camino de Santiago serviría para darme cuenta que, en realidad, hay oportunidades que no debes dejar pasar por muchas dudas que tengas.
Peregrinajes de vidas infinitas, paisajes increíbles y un recorrido inspirador hasta llegar a la Catedral de Santiago, donde se encuentran aquellos peregrinos con los que te has cruzado durante el Camino y has compartido diversas experiencias. Una tradición milenaria y única, con los mismos paisajes, senderos y piedras pisadas una y otra vez, pero por diferentes vidas que se cruzan una y otra vez.
Cada caminante elige cómo quiere hacer el camino: con amigos, en pareja, con su perro, en soledad… Hay quienes prefieren empaparse de la cultura gallega, quienes disfrutan de la naturaleza o quienes no se quieren perder la gastronomía de la zona (acompañados siempre de una buena copa de Albariño). También están aquellos que buscan en la peregrinación un cambio de vida o vienen atraídos por su espiritualidad.
Peregrinos con problemas, traumas, sueños y esperanzas, que caminan cada día cargando con lo necesario, en contacto con la naturaleza, con tiempo para pensar y conocerse a sí mismos, hablando con desconocidos que se convierten en amigos, con una meta en común y llevando una vida sencilla.
Antes de comenzar este viaje, leí en algún sitio, que el Camino no te da lo que quieres, sino lo que necesitas para evolucionar. Ahora lo entiendo, el Camino de Santiago hace que superemos nuestros límites mentales y físicos, pero sobre todo, nos hace mejores personas.
Gracias al mejor equipo con el que he podido compartir esta inolvidable experiencia, mis amigas. Cada una con sus historias, sus miedos y anhelos, pero todas con la misma ilusión por vivir esta aventura juntas. ¡Este artículo va por vosotras!