Mientras en cada uno de los cuatro partidos de la coalición se piden las cabezas de los presidentes, los jóvenes ocupan las sedes y las acusaciones mutuas cunden, nadie ha recordado algunas voces premonitorias.
Ya en julio pasado, el secretario general de la Organización de Estados Americanos (OEA), el chileno José Miguel Insulza, alertó de que si la Concertación llegaba a las elecciones con más de un candidato “pierde y probablemente se termine como coalición”.
Palabras proféticas: En la primera vuelta, el diputado Marco Enriquez-Ominami, que tras impedírsele la participación en las primarias renunció al Partido Socialista y se presentó como candidato independiente, obtuvo el 20,13% de los votos.
También Jorge Arrate, un histórico socialista, se apartó del partido por la misma razón y recibió un 6,21% de los sufragios como candidato de la izquierda extraparlamentaria.
En ese contexto, hoy parece superada la expresión “esto es sólo un alto en el camino” de Eduardo Frei al admitir su derrota porque la discusión es “refundarse o morir”, declaró a Efe Marcelo Mella, analista político de la Universidad de Santiago.
Forzada a ser oposición después de dos décadas en el gobierno, la coalición afronta, a juicio de Mella, un futuro difícil, con la obligación de renovarse para no terminar disgregada.
Para salir adelante y mantenerse como una alternativa para el futuro, la coalición necesita “una reestructuración, un cambio generacional y nuevas ideas”, añadió el analista.
Persiste la incógnita sobre la segunda parte del sombrío pronóstico de Insulza –el fin de la Concertación–, y, mientras los dirigentes se esfuerzan por evitarlo, no faltan las apuestas de que fracasarán y que la coalición de centroizquierda será historia mientras gobierna Piñera.